Mario Ensástiga Santiago
Morelia, Michoacán, 30 de enero del 2022
“La vida no es de izquierdas ni de derechas, es vida. Lo que sucede es que la gente de izquierdas tiene mayor sensibilidad para defender la vida. No se puede organizar una narrativa que diga que vamos a tener mucha violencia, que va a ser peor porque va a morir mucha gente, hasta que se pueda reconstruir la sociedad. Esto es lo que hace la extrema derecha».
Boaventura de Sousa Santos
A pesar de los duros escenarios a los que nos han sometido las pandemias de distintas naturalezas, sanitarias, económicas, delincuenciales, ambientales, migraciones, clases políticas corruptas y gobiernos de derecha e izquierda convencionales, incapaces de implementar novedosos paradigmas, metodologías y políticas públicas que redunden de manera tangible en el desarrollo y crecimiento económico para el bienestar y buen vivir de las grandes mayorías, en América Latina hay una renovada y esperanzadora tendencia progresista en contra del neoliberalismo, la exclusión social, económica y crisis humanitaria global de estos días y años.
Los recientes triunfos electorales del 2021 de las fuerzas progresistas y de izquierda de Perú, Honduras y Chile, aunadas a las próximas elecciones de este 2022, en febrero en Costa Rica, mayo en Colombia y octubre en Brasil, pueden confirmar la tercera oleada izquierdista del siglo XXI en nuestro continente y patria grande; Cuba continúa su larga lucha, valiente y abierta en la búsqueda constante de nuevos caminos del socialismo para preservar los ideales y conquistas revolucionarias de más de 6 décadas de acoso del imperio del norte. Triste y lamentablemente, el caso de Nicaragua es el prietito en el arroz.
América Latina y el Caribe presentan una situación de graves problemas; por ejemplo, en 2019 había 76 multimillonarios, en el 2021 se incrementó a 105; persiste y se ha incrementado la concentración de las riquezas en unas cuantas familias; el crecimiento de la pobreza moderada y extrema han continuado con la pandemia del Covid; la pobreza pasó del 24 por ciento del 2019 al 27.6 por ciento en 2021.
Alicia Bárcena Ibarra, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), asegura que en materia de salud, la región acumula cerca de una quinta parte de los casos confirmados de Covid-19 y un 30 por ciento de las muertes en el mundo, a pesar de tener solamente 8.4 por ciento de la población mundial; en educación, existe el riesgo de una generación perdida que debe abordarse con urgencia; los países latinoamericanos llevan en promedio un año académico sin clases presenciales o con periodos extensos de interrupción, mientras los programas de educación a distancia tienen serias limitaciones para las necesidades actuales de las nuevas enseñanzas y aprendizajes.
Los procesos políticos como sabemos no son de un día para otro, mecánicos, rectilíneos y sin contradicciones; la primera oleada izquierdista del siglo XXI se inició prácticamente con la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia de Venezuela en 1999, le siguieron otros países; sin embargo, a prácticamente 2 décadas de estas importantes experiencias, al mismo tiempo se dieron notables retrocesos y fracasos.
Una segunda oleada progresista se presentó a inicios del 2014 en El Salvador, Bolivia, Brasil y Uruguay; se reafirmó en el 2018 con el arribo de AMLO a la Presidencia de la República en México, y en 2019 en Bolivia con el triunfo de Luis Arce; la tercera oleada, como ya lo señalé, la observamos en el 2021-2022 con los casos de Perú, Honduras y Chile.
Las izquierdas latinoamericanas, al arribar a los gobiernos nacionales, cometieron graves errores; más allá del permanente, discreto o abierto intervencionismo estadounidense, los partidos políticos en el poder no han sabido o no han podido sortear los nuevos escenarios y retos, se alejaron de la gente, del trabajo de base con las masas populares, del acompañamiento de las demandas más sentidas, la organización, capacitación ideológica, política y técnica de la sociedad, del deterioro de la vida institucional partidaria, de la prácticas de cuotas de poder y corrupción. Esta misma situación en términos generales se ha estado dando en nuestro país con el partido Morena; ello es profundamente preocupante, de ahí mis simpatías desde fuera de Morena, con la Primera Convención Nacional Morenista a celebrarse el próximo 5 de febrero en la CDMX, como una seria posibilidad de rescatar Morena.
A decir verdad, las izquierdas sudamericanas, centroamericanas y de México, no han planteado grandes transformaciones radicales de la sociedad capitalista; sus políticas públicas ciertamente han pugnado por la redistribución más justa y equitativa de la riqueza social y económica; se diría que en las actuales condiciones sólo es posible que el rostro del capitalismo sea más humano y justo, vaya paradoja; en lo general hasta ahora se han dado experiencias de 2 tipos de gobiernos progresistas de izquierda, los centro-izquierdistas como Argentina, Brasil, México y Uruguay y los nacionalistas radicales, como Bolivia, Ecuador y Venezuela; veremos qué pasa en Perú, Honduras y Chile.
En México, a la mitad del camino de la 4t, en la opinión calificada de Alicia Bárcena Ibarra, de la Cepal, hay importantes pendientes en materia económica y social, como la dinamización del crecimiento económico para superar la tasa que se ha observado en las últimas tres décadas, en promedio de 2.2 por ciento anual, y que ha sido insuficiente para superar los grandes rezagos sociales del país; se requiere una agenda más activa para transformar la estructura productiva, a través de estímulos a la innovación y una política industrial más decidida, el incremento de la recaudación y soporte a los programas sociales, y la inversión y fortalecimiento de la banca de desarrollo.
Falta consolidar y expandir la universalidad de los programas implementados, priorizar el financiamiento para un sistema nacional de salud, con un gasto equivalente a 6 por ciento del producto interno bruto y avanzar hacia el establecimiento de un sistema nacional de cuidados.
En México, la 4T mantiene la oportunidad de conducir políticamente los procesos renovadores y democratizadores de integración regional latinoamericana; para ello, es condición que Morena y la sociedad civil avancen y desplieguen con fuerza para progresar y ser más proactivas en el apoyo y acompañamiento de la 4t.
En suma, en el 2022 la 4T debe dedicar su atención a poner fin de manera contundente a la corrupción y neoliberalismo, ganar sin cuestionamientos la consulta por la revocación del mandato, las próximas elecciones en 6 entidades, y concretar la gran reforma eléctrica.
Mientras tanto, los Estados Unidos encaran serios problemas internos con los seguidores fascistas de Donald Trump, que pueden generar una seria inestabilidad política; y en lo externo, el avance de las izquierdas latinoamericanas, las confrontaciones con Rusia y China por los casos de Ucrania y los embates en los mares de China. En fin, parece que los Estados Unidos empiezan a tener visos de un debilitamiento político, económico y militar, cada vez de menor margen para seguir con su maléfica hegemonía mundial.
No hay mal que dure cien años, dice la vieja y sabia conseja popular.
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