Esto lo escribí hace cuatro años menos un día. Fue un intento de prospectiva moral: lo que podía pasar y lo que deberíamos hacer para que pasara. Han sido cuatro años de incertidumbre, división y esperanzas. Se mantiene en pie la obligación de reflexionar y participar. Su lectura te traerá recuerdos y oportunidades.
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AHORA DEBE COMENZAR LA DEMOCRACIA. ESTÁ EN NUESTRA DECISIÓN. EN EL PRIMERO DE JULIO DEL 2018. Alejandro Cea Olivares.
Votaremos. Por la noche celebrará el triunfador. Ojalá todos lo acepten y los que ganen vivan la democracia integrando, no expulsando. Lo importante es lo que haremos después. Democracia es mucho, pero mucho más que votar. Te mando esta modesta reflexión. Espero te sirva para fortalecer tu vocación como demócrata.
Cuánto trabajo nos cuesta participar en política. Pensamos que poco o nada se puede hacer y menos con los políticos: sujetos pasajeros y, peor aún, corruptos e inútiles. Solo en tiempo de elecciones nos interesamos por la cosa pública.
No siempre las cosas fueron así. En Atenas y Roma la participación era buscada. Sólo los esclavos estaban fuera. Colaborar con la ciudad, ser ciudadano, pues, era sinónimo de ser civilizado, inteligente, humano. Por la política, pensaban, los conflictos se resuelven sin violencia; sin política a la manera de los animales: con uñas, dientes, sangre. No en balde la definición: Andropos zoon politikon el hombre es un animal político.
En las sociedades agrarias, desde las comunidades campesinas del medioevo hasta los ejidos mexicanos las asambleas han sido la forma usual para tomar decisiones. El pueblo opina, discute y con su voto decide. Un ejemplo de democracia directa.
Pero las sociedades crecieron: somos muchos, muchos millones y como es necesario tener gobierno se construyó la democracia representativa. Unos, el pueblo elige a sus gobernantes y legitima su autoridad: los deja mandar, los obedece. Como ocurre en muchas ocasiones el pueblo elector se convierta en víctima de los políticos elegidos, pero le queda la oportunidad de cambiarlos en la próxima elección. Y hasta ahí la participación.
Esta estrechez de miras que considera a la democracia sólo como un mecanismo de elección es explicable. Desde la Revolución, el Sufragio Efectivo, No Reelección ha sido el lema principal, sino el único del desarrollo político de México. El logro de este ideal ha sido malogrado durante casi un siglo por los fraudes electorales, siendo el primero después de la revolución armada el realizado contra José Vasconcelos en 1927.
La Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales de 1977 comenzó la transformación del sistema electoral; pero con todo y esa ley, en 1988 y en 2006 mucho se habló de un gran fraude electoral en la elección para presidente de la República. Ha pasado el tiempo y es curioso que gente muy cercana al fraude de 1988, Marcelo Ebrad y Manuel Bartlett y otros cercanos al del 2006: Germán Martínez y Manuel Espino estén hoy, tan campantes en el bando de los que se dicen fueron de fraudados.
No podemos ni debemos olvidar que la democracia es algo más valioso e importante que el cambio de partidos políticos o de las personas que gobiernan. De la fortaleza de la democracia depende en mucho que nuestras vidas, las modestas, las del diario salir a la escuela o a trabajar transcurran con tranquilidad. De su debilidad lo contrario: aislamiento, inseguridad, corrupción.
La razón es sencilla. A diferencia de las tiranías y de los gobiernos autoritarios la democracia es una forma de gobierno que tiene leyes, que pone límites al gobierno, que distribuye y responsabiliza al poder de sus acciones y omisiones. Impide el daño que provocan los caprichos de los gobernantes. Estos beneficios surgen, no como don del gobierno, sino de las acciones de una sociedad presente que no deja, como hoy nos ocurre, sólo al ciudadano ante el abuso de la autoridad.
Es conveniente reconocer que por sí misma la democracia no asegura menor desigualdad, menor pobreza; pero favorece que se establezcan las condiciones para que el gobierno sea un buen gobierno, que gaste bien, que respete las leyes, que sea eficiente. Cuando se ha combatido la pobreza, por ejemplo, por medios no democráticos sino autoritarios, todos terminaron o muertos o más pobres, díganlo sino la terrible historia del socialismo hecho gobierno.
Vivir en paz, mejor, vivir en democracia exige la participación de la sociedad. A personas como nosotros, nos corresponde cuidar del buen desempeño del gobierno, oponernos a las prácticas de corrupción, de prepotencia, pedir cuentas y, sobre todo, participar en actividades sociales y políticas que nos unan como sociedad, que nos hagan fuertes. Es por tanto asunto de toda la sociedad, de nosotros, construir y cuidar su propia democracia.
En esta campaña electoral, Andrés Manuel López Obrador fue el referente. Él puso los temas. Los que están a favor y los que están en contra son muy similares: le dan un peso casi definitivo en el cambio del país. De él, dicen, dependerá nuestra salvación o casi nuestro aniquilamiento. Ambos olvidan que nadie puede tener, en un gran país, tanto poder ni de construcción ni de destrucción.
El peso de López Obrador no será, sin embargo, menor al que han tenido otros presidentes. A ellos se les ha dejado actuar sin participación ciudadana. Los daños están a la vista.
Por lo tanto, sería absurdo dejar sin contrapeso social a la que será la nueva burocracia gobernante. Es obligado así, que demos el paso de ser electores a ser ciudadanos responsables que participan.
Hace muchos, muchos años don Gerardo Medina, jefe de prensa del PAN me preguntó en qué andaba yo. Con mi adolescente veracidad le contesté: en nada. Don Gerardo me dijo: métase a la Acción Católica o a la masonería; apúntese en un partido político; intégrese al MURO,que era un grupo de ultraderecha o al Partido Comunista, que era clandestino pero esté en algo, porque el que no está en nada, es nada.
Y, si en este cambio, para bien o para mal, los que tuvimos educación y oportunidades no nos reunimos y participamos en algo, cumpliremos con la profecía de Don Gerardo y nos convertiremos en nada.
Muchos años de egoísmo, de cerrazón ante la realidad social, de no dar nada a nadie y si de acumular, de ignorancia, de tener los ojos en el extranjero nos han hecho perder la oportunidad de ser constructores del bien común. Es quizá el momento para apoyar al nuevo gobierno, para contener sus excesos o simplemente para estar informados y después actuar.
Existen muchas oportunidades de participación. Qué no las usemos, es por nuestra falta de interés, pero ahí están. Algunos ejemplos: si estamos ciertos de la mala calidad de la educación, en cada escuela, en cada región o ciudad existen los Consejos de Participación Social en la Educación, están abiertos a los vecinos interesados. Basta tocar la puerta. Un profesionista, un empresario puede comenzar a apoyar, en forma real, la mejora de la educación.
Y, de ahí los ejemplos vienen en cascada: desde las organizaciones que apoyan a niños y jóvenes en desventaja, las ligas deportivas o las asociaciones de vecinos hasta las diversas posibilidades que ofrecen los organismos profesionales y empresariales, las fundaciones y organismos sociales, las iglesias y, sin olvidar por mal vistos que sean, los partidos políticos. Recientemente se han establecido organizaciones en búsqueda de mejor justicia, de menor delincuencia, de control del gasto gubernamental, de transparencia. Por instituciones y organismos no paramos. Nos para nuestro desinterés egoísta.
Este día 1º de julio puede ser histórico no porque haya un cambio de personajes, sino porque comencemos a participar y a fortalecer nuestra sociedad. Corolario: Han pasado cuatro años. Muchos de mis amigos ilustrados y con recursos, día con dia, repiten en la red lo que otros dicen en contra del Presidente. Su tiempo, recursos y capacidades los guardan celosamente o los llevan al extranjero. No participan, no aportan. Cumplen lo dicho por Gerardo Medina: desde su egoísmo que insulta son nada. Aún es tiempo de participar, de dar, de responder a las democracia.
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