Mario Enzástiga Santiago
Morelia, Michoacán, 9 de agosto de 2022
Por fin se ha dado a conocer el Plan de Desarrollo Integral del Estado de Michoacán 2021-2027 (PLADIEM), documento que a decir verdad esperaba desde hace algunos meses; no desconozco que la obsoleta Ley de Planeación del Estado de Michoacán establece un plazo no mayor de un año para elaborar, aprobarlo y darlo a conocer a la opinión pública.
De sobra sabemos que un plan de desarrollo del orden de gobierno de que se trate, es prácticamente por definición una “carta de buenas intenciones”; al parecer no podría ser de otra manera, ahí se plasman de manera general las grandes ideas, objetivos y metas a alcanzar a partir de lo que se propone hacer; es por ello que la inmensa mayoría de los planes de desarrollo se quedan y limitan al “deber ser”.
El problema viene al operar, instrumentar y llevar a la práctica lo expresado por el plan de desarrollo; es por ello que sostengo que al plan de desarrollo le deben secundar, en un proceso continuo metodológico, el plan de gobierno y el plan de la gobernanza política; el plan de gobierno es para pasar del deber ser, al saber hacer y puede ser, en él se deben contemplar con la mayor claridad y precisión posible, los cómos, los cuándo, los dónde, con quiénes y con cuánto; el plan de la gobernanza política, es para generar la viabilidad política necesaria, es decir, abrirle camino a las políticas públicas que plantean el plan de desarrollo y plan de gobierno y no sean rechazados por falta del consenso previo con los directamente involucrados y comprometidos de donde se piensan aterrizar las políticas públicas de gobierno.
En resumen, 3 documentos que deben tener un adecuado alineamiento racional, ordenado y congruente del proyecto político, la capacidad de respuesta institucional y la capacidad política, ni más ni menos que el virtuoso “Triángulo de Gobierno”.
No es que no le dé importancia al procesamiento metodológico de la elaboración del PLADIEM y muchos otros planes de desarrollo, sé que se ven limitados y prácticamente obligados a trabajar con metodologías que han acordado los países más desarrollados, como el Marco Lógico (MML), el Presupuesto Basado en Resultados (PBR) y la Agenda 2030; no estoy en contra de que se utilicen esas metodologías y herramientas de trabajo, en lo que sí estoy en total desacuerdo es que se utilicen, a pie juntillas, en una lógica tecnócrata.
Tengo claro que el enfoque eurocéntrico y norteamericano desarrollista que se impulsó en el periodo neoliberal de casi 4 décadas en nuestro país y América Latina, terminó por imponer como único camino para alcanzar el desarrollo de las sociedades modernas y civilizadas, a partir de tener que poner en práctica dichas metodologías, donde lo económico y los intereses político-partidarios subordinan a todas las demás racionalidades, como el desarrollo social incluyente, el ordenamiento territorial sustentable, la economía social solidaria y la igualdad sustantiva, por poner algunos ejemplos prácticos.
En ese contexto, lamentablemente y pese a la insistente narrativa y discursos ideológicos de izquierda, humanitarios y progresistas de la mayoría de los planes de desarrollo, finalmente están sustentados en la práctica por muchas razones endógenas y exógenas a visiones tradicionales y tecnócratas, cancelando la posibilidad de pensar por “cuenta propia” y “utilizar” las metodologías y herramientas elaboradas por lógicas del primer mundo, soslayando que somos países y sociedades locales de las periferias de ese desarrollo y con una histórica y sistemática estructura mental de que, para verdaderamente desarrollarnos, las soluciones deben venir de fuera del norte o del otro lado del gran charco.
Con estos razonamientos y reflexiones a partir de lo que he visto, vivido, hecho y reflexionado por varias décadas en relación a la elaboración de planes de desarrollo, no me ha interesado en esta ocasión investigar cómo fue el proceso metodológico de elaboración del PLADIEM 2021-2027; ya me lo puedo imaginar, me interesa y me preocupa más el proceso de operación, de eso habrá más adelante la oprtunidad de conocer, evaluar o sistematizar los resultados y contrastarlos con los valores, ideales, objetivos, estrategias, metas e indicadores propuestos.
En efecto, hay que dar el beneficio de la duda al nuevo gobierno encabezado por Alfredo Ramírez Bedolla; por el bien de Michoacán y de todos, el PLADIEM 2021-2027, en el contexto de esta colaboración, me parece en lo general un documento bien estructurado, 4 ejes verticales y 2 horizontales o transversales; tiene una narrativa claramente vinculada al Nuevo Proyecto de Nación de la 4t y el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, el que por cierto no tiene ejes transversales y no cuenta con una visión municipalista y desarrollo desde lo local; no hay que confundir el desarrollo municipal desde lo local a partir solo de la instrumentación en los municipios de los programas federales y uno que otro de manufactura estatal.
EL PLADIEM tiene un discurso que ha cuidado retomar en lo general los planteamientos progresistas de última generación de muchas temáticas; me parece un documento audaz y ambicioso, mis dudas surgen a partir de que observo que en algunas áreas de gobierno no hay las condiciones materiales y experiencia para llevar adelante, de manera participativa, procesos que impacten y muevan los indicadores a favor, por ejemplo, en lo relativo a el desarrollo y fortalecimiento municipal y llevar adelante todo lo que de fondo implica la igualdad sustantiva.
Otro tema que me deja dudas es el que por lo general marca con toda nitidez a los gobiernos verdaderamente de izquierda y progresista, la participación ciudadana sustantiva; reivindico que la planeación del desarrollo es un proceso de fondo tecnopolítico, de la adecuada articulación de distintos saberes técnicos, académicos, populares, culturales, científicos y políticos, no solo en la definición del plan de desarrollo, sino tambien en la operación, seguimiento y evaluación de dicho plan; ahí está el meollo de la simple y compleja situación.
El pueblo no debe ser simple destinatario, receptor, beneficiario o cliente de los planes, programas, proyectos y acciones de gobierno; debe ser el sujeto social de los cambios y transformaciones sociales, económicos, ambientales, culturales y políticos; si no hay participación social, consciente y efectiva, no hay ninguna garantía de desarrollo y crecimiento de las condiciones materiales, espirituales de vida de la población y del mejoramiento ambiental del territorio y del mismo gobierno.
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