«La muerte»

Luis Navarro García
Madrid, España, 11 de octubre del 2022

Reptas sigilosa devorando el tiempo, desintegrándolo hasta convertirlo en polvo y en un reguero

En un reguero de lágrimas que brotan desde lo más profundo de mi, aflorando a mi rostro, hasta bañarlo por completo un 23 de febrero.

Cinco años te llevó arrancármela

Cinco años para intentar arrebatármela

Cinco años de sufrimiento en los que, valiente, fuerte e íntegra, ni se quejaba.

Operación tras operación, quimio, y a esas máquinas en las que acababa enchufada.

Cinco años echándole un pulso

Y siempre te ganaba.

Eras débil y jodidamente miserable.

Siempre sin mirarla a la cara.

Hasta que tuviste no digamos que el valor.

Que nunca lo tuviste.

Sino las fuerzas necesarias tras tanto debilitarla para asomarte tímidamente.

Al balcón de su mirada.

No pudiste nunca con ella

Pues a la vida

Aún hierro incandescente fuera se aferraba.

Una madre, leo, no es cualquier mujer.

Es la reina de la manada.

Mil y una legiones de Anibal

La secuoya más firme y asentada.

Cinco años debilitándola.

Hasta que pudimos ver tu verdadera cara.

Tu cobarde mirar,

Como quién mira sin mirar nada,

Para poder llevártela

Tuviste hasta que postrarla en la cama.

Una noche te ví tan de cerca

Que te hubiese arrancado tu puta guadaña

Y te vi en sus ojos mientras me hablaba

Te ví en sus manos, en su pecho.

Te ví en su expresiva y bonita cara.

«Me quiero poner buena, hijo»

«¿Qué tengo que hacer ahora?»

Me decía cansada de luchar contra ella misma

  • «Nada mamá, ya lo haces todo», le respondía.

Madrugadas en las que hablaba con su difunta madre

Y feliz conversaba con ella

En ese mundo de seres de luz y de paz en el que sólo ella podía vivir simultaneando entre las ánimas y este puto mundo carnal.

La privaste del don de la palabra la última noche

En la que cerrando sus ojos

Emprendió aquella travesía sola a nado

Por aquél inhóspito y oscuro océano.

Esa última noche en la que ni me llamó.

Y tú mientras, allí esperando…

…hasta que agotada y exhausta

Me la arrebataste con aquel último suspiro, por la mañana.

Diecinueve gramos

Eso dicen que pesaba antes de partir su alma.

Lo único que me consuela

Es saber que está con mi padre, a quién siempre amó y amaba.


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