Y TÚ, MÁS…

Es muy frecuente la fórmula política del «Y tú, más», a la hora de justificar lo injustificable. Muy típica reacción de uno al que le acusan de esto o de lo otro, responder con otra acusación similar hacia la otra parte, en un intento de salir indemne de situaciones en las que se impone la disculpa, y el propósito de enmienda y reparación del daño causado.

Cuando se hacen las cosas mal, o rematadamente mal, lo adecuado sería reconocer el error, y nunca buscar algo de lo que acusar a la otra parte, con el fin de correr una especie de cortina de humo, ante el desastre de mi mala gestión o de mi mal gesto.

No hay nadie perfecto, y en todas partes cuecen habas, como se suele decir. Por eso resulta insultante, que nos traten de vender la burra de lo inmejorable y totalmente maravilloso, porque es algo que no existe. Como en la novela de Gonzalo Torrente Ballester, todo tiene un lado gozoso, y otro lado sombrío. Igual que en el arte dramático, existen la cara risueña y la cara llorosa. La vida es así, por mucho que nos empeñemos en aparentar una imagen de color rosa, que solo existe a ratos.

Me estoy acordando de la Guerra Civil española, la del 1936-1939, en la que ambos contendientes se empeñaban en presentar al contrario como un demonio recalcitrante e intratable. Pues cierto es que se cometieron salvajadas por partes iguales. En el Madrid que se resistía bajo el lema del «No pasarán», se les ocurrió fusilar a todos los miles de prisioneros «Fascistas», por temor a que se sublevaran, y le hicieran un favor al enemigo. En varios puntos de los alrededores de Madrid, sembraron una escabechina los partidarios de la República, y acabaron con gente que solo había dado su opinión sobre las cosas, o que eran alumnos de los jesuitas, sin contar a los innumerables religiosos y religiosas, pasados por la siega de las armas, solo por llevar hábito.

Sin embargo, también hubo republicanos piadosos, que abogaron por todos esos compatriotas, sin mayor culpa muchos de ellos, y que consiguieron salvar a gente indefensa, y atrapada en la vorágine cainita sin comerlo ni beberlo. Es el caso del conocido como «ángel rojo», Melchor Rodríguez García, que, como responsable de prisiones de la República, paró en varias ocasiones esta bacanal mortuoria sangrante.

En el bando contrario, el de los Nacionales, también se cometieron enormes represiones, y se pasó por las armas a bastantes españoles contrarios a Franco y al Fascismo, cuando no se encarcelaba a todo aquel sospechoso de cualquier nimiedad. Pero también hubo gente en dicho bando, con sentimientos humanos y piadosos. Suena una barbaridad la gesta de Ángel Sanz Briz, Cónsul español en Budapest, durante los años en que Franco se había aliado con Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Y aprovechando la tesitura de ser los amigos de Alemania, Sanz Briz, representando a Franco en Hungría, protegió a miles de judíos sefarditas, emitiéndoles pasaportes españoles, ante lo cual les convirtió en intocables para los nazis, salvando sus vidas.

Vamos a ver, que existe gente buena, pero con defectos, y gente mala, pero que, en el fondo, son también buenos. Los malos de solemnidad, o los santos, son aves muy raras y excepcionales, por los que se suele generalizar a todo el resto, pero injustamente.

El «Y tú, más», no me parece lo mejor, ni mucho menos, porque más bien revela al sinvergüenza y al cara dura. Lo verdaderamente justo sería poner toda la voluntad en que no se volvieran a cometer los errores en cuestión. Y, por favor, en el caso de la Guerra Civil, o de cualquier guerra, no volver por esos fueros bajo ninguna excusa, y menos a estas alturas del siglo XXI.

FRAN AUDIJE

Madrid, España, 12 de enero del 2023


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