LA VULNERABILIDAD DEL AMOR

Está claro que el ser humano nunca ha sido una ecuación exacta, de ahí su complejidad, y la diversidad de estudios, igualmente complejos, que se realizan sobre el mismo. El hecho del anhelo común de los seres humanos por la libertad, es una demostración bastante clara, de la dificultad o imposibilidad, de instituir la uniformidad entorno a la manera de ser y de pensar de las personas, aunque puedan existir indicios de unificación de las personas, en la inevitable agrupación de estas en sociedades, o culturas.

Respecto a dicha unificación, en sociedades o culturas, decir que, ni siquiera se logra tal unificación de una manera clara, puesto que, incluso bajo dicha unión de personas, entorno a una asociación o una manera de pensar, existen diferencias y divergencias, por lo que podríamos expresar de una manera bastante certera, que la diferencia y la diversidad, son factores definitorios del ser humano, en una marcada y fundamentada experiencia, la cual nos lleva a concluir, de igual manera, que el ser humano necesita la libertad de manera completamente acuciante y perentoria, para poderse realizar como la persona concreta y determinada que es, tanto a nivel individual, como en su faceta social o cultural.

Poniendo el foco en la faceta afectiva o amorosa del ser humano, la cual sabemos que es otra de las características fundamentales y comunes a todas las personas, encontramos lo que podríamos definir como una tensión o conflicto, entre la faceta individual de las personas, que es donde se vive el amor propiamente dicho, y la faceta social o cultural, dentro de la cual se desarrolla la vida individual de las personas, interactuando con otros individuos, y con otros entes de poder, a su vez conformados por asociaciones de individuos. Dicha tensión o conflicto, consiste en la no aceptación por parte de la sociedad, o de los entes de poder con los que nos relacionamos, de la necesidad del individuo de preservar autonomía e independencia, respecto a su faceta afectiva, debido a que dicha afectividad está muy arraigada en la zona más íntima y personal del individuo, tocando de lleno, por tanto, a la libertad.

He aquí, pues, donde surge la vulnerabilidad del amor: en la extrema indefensión del individuo, ante los ataques contra su intimidad, que a menudo se producen por parte de la sociedad o de los entes de poder con los que se ve obligado a relacionarse, de manera inevitable. Radicando la verdadera gravedad de este hecho relativamente frecuente, en que, al ser vulnerado el amor y la intimidad, se condiciona determinantemente la libertad, tan fundamental en la realización humana.

Los entes de poder, debido a su superioridad sobre el individuo, generalmente arrolladora, si son torpes y no son capaces de gestionar correctamente ese poder con el que cuentan, tienden a inmiscuirse en los afectos de los individuos, con la intención de manipularlos, para adaptarlos a las modas, o, sencillamente, para sodomizarlos y pervertirlos, concretamente o de manera generalizada.

Desde el filósofo Platón, hasta el psicólogo clínico Frank Tallis, encontramos estudios sobre el amor, cuya conclusión es que el amor es un trastorno o una enfermedad mental, que debería evolucionar mediante la educación social y de los individuos, hacia una mentalización en las bondades de la infidelidad, o una insensibilización en cuanto al sentimiento de posesión del otro, tan típico del amor. Pues, sinceramente, pienso que todos estos estudios, están ejerciendo de excusa a los entes de poder, para intervenir en la intimidad de los individuos, con la finalidad de manipular sus afectos para transformarlos, de manera que se adapten mejor a las políticas que se plantean. De tal manera, como hemos indicado, se está produciendo un abuso de poder, que coarta la libertad de las personas, aprovechando la vulnerabilidad de su zona afectiva e íntima, sin perjuicio de otras consecuencias, también nefastas, que se van a desencadenar.

FRAN AUDIJE

Madrid,España, 22 de enero del 2023

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