El demócrata verdadero no rehúye el debate sobre los problemas o las cuestiones que tratan de dirimirse en la política, e incluso agradece las diferentes opiniones y puntos de vista que se traen, con intenciones constructivas.
El talante democrático es siempre el de aportar y favorecer, el de sumar y multiplicar, evitando restar y dividir. Los políticos demócratas, aun dentro de su diferenciación ideológica, deben conformar una red de colaboración, que solo intente servir a la ciudadanía, arrimando el hombro y contribuyendo a la mejora de la gobernabilidad, aunque no detengan el poder directamente.
El político demócrata, debe contar con una vocación y con una conciencia de servidor público, de manera mucho más marcada de lo habitual. Debe ser consciente, por difícil que resulte, de que no es a él a quien sirve el pueblo, sino todo lo contrario, es el político, los políticos, y la política, los que están sirviendo al pueblo, que debería ser considerado como el jefe de los políticos, y de los diferentes cargos en la Administración, así como de todos los funcionarios públicos, pues recordemos que, en la democracia, la soberanía nacional es ostentada por el pueblo.
En una democracia, la manipulación subrepticia de cualquier medio público, con intereses ilegales y turbios, lo que conocemos por corrupción, no debería tener lugar, porque es algo que atenta claramente, contra la vocación política de servicio al pueblo, que caracteriza a la democracia.
En la democracia, es extremadamente sano, que cualquier miembro del Gobierno y del Estado, incluyendo al presidente y los ministros, pueda ser juzgado por la Justicia, y eventualmente condenado, por los delitos que pudiera haber cometido. A mi juicio, también debería ser factible, en determinadas condiciones, que la justicia pudiera juzgar la gestión del Gobierno, cuando dicha gestión haya podido causar especial alarma social. En este último sentido, la democracia es un sistema donde la responsabilidad y la buena fe de los políticos, a la hora de gobernar, es algo fundamental, ya que se está tratando del bienestar y de la felicidad de millones de personas.
En el devenir cotidiano de la vida democrática, son importantes detalles, como la educación a la hora de expresarse, haciéndolo con respeto, evitando las descalificaciones burdas y feas, verbigracia el insulto o las amenazas de muerte. Por supuesto, la violencia política es algo completamente surrealista en una democracia. Detalles como evitar la discriminación de todo aquel que se desmarque de la política o de la ideología de quien ostenta el poder. O de pretender crear uniformidad social, en una mentalidad antidemocrática total, ya que lo democrático es la diversidad, y el respeto de las diferentes posturas dentro de dicha diversidad.
FRAN AUDIJE
Madrid,España, 23 de enero del 2023
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