Encuentro en España el clima popular cada vez más politizado, y llevado al extremo. Pareciera estar prohibiéndose la moderación, y las posturas intermedias. Si reconoces algo que se ha hecho correctamente en una gestión política determinada, los del ala contraria te miran con ojos asesinos, y viceversa lo mismo. Terminas por quedarte callado, o por morderte la lengua, porque, finalmente, todos van a ir a por ti, solo por contar con la virtud de la justicia en el criterio propio.
Los puntos de vista personales empiezan a estar prohibidos, y te ves obligado a alinearte con el discurso del que tiene licencia para hablar y marcar pauta, porque, como te pronuncies, acuden a apedrearte con la mirada, por lo menos. Queda todo prohibido, excepto aplaudir lo políticamente correcto, y, una vez lo aplaudes, sácate el carnet del partido, y haz piña político-social con la rama de la que te decantes, porque todo lo que hay fuera de eso, son versos sueltos, sobre los que se hace blanco fácil desde los grupos fuertes, calificados por algunos como «Castas».
Si eres de la Casta, pasas por alguien, aunque formes parte de la montonera que grita y vitorea al líder, diga lo que diga, y mantenga lo que mantenga. Es algo así como la táctica militar romana de la tortuga: un conjunto de soldados en formación rectangular, que se encierran entre sus escudos, también rectangulares, de manera que conforman un blindaje alrededor de todos ellos, perfectamente ensamblados, y avanzando por las líneas enemigas, mientras se defienden, punzando a los soldados que osen acercarse, con lanzas y espadas a través de las rendijas entre los escudos.
Estamos hablando, por tanto, del final del debate, de la discrepancia, y del consenso. Ya no se conversa ni se dialoga, sino que se escucha y se asiente, para aplaudir a continuación, y, llegado el día de las votaciones, introducir el voto en la Urna, con parecida fidelidad y fervor, a como le haces el amor a tu esposa o a tu pareja. Si llegara el triunfo electoral, entonces habremos alcanzado el orgasmo, y todos contentos, por patético que se presente el panorama en la vida de cada uno y de cada cual.
España es el país de la fiesta, y siempre hay para un roto y para un descosido. Nadie es tan pobre, que no pueda tomarse una caña con una tapita, y la verbena está servida. El caso es formar parte del festejo eterno de estas tierras, donde sobra el sol, y las miradas vigiladoras e inquisitivas.
FRAN AUDIJE
Madrid, España 31 de enero del 2023
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