Uno de los hechos bélicos en la Historia, de mayor heroicidad, se vino en denominar: «El callejón de las bombas», durante la Guerra de las Malvinas, librada entre Gran Bretaña y Argentina, en la primavera del año 1982.
Esta guerra tan singular, entre una de las grandes potencias de la Guerra Fría, y un país enorme en territorio, de pueblo hermano muy querido, pero con bastante menos fuerza económica y militar, tuvo su razón de estallar, en las viejas reivindicaciones de Argentina sobre la soberanía de las islas Malvinas, y algún otro archipiélago cercano, también en dominio británico, aunque en tiempos, todas estas islas, pertenecieron al Imperio español.
Llama la atención, de que un país considerado en vías de desarrollo, como es Argentina, tuviera el valor suicida, en muchos sentidos, de hacerle frente a un gigante, como era y sigue siendo, la Gran Bretaña. La Junta Militar del país hermano, ya renqueando en el gobierno, probablemente buscaba un golpe de efecto ante su pueblo, para intentar preservar el poder algún tiempo más, y debió calcular que los británicos, o se dejaban quitar las Malvinas, o si tenían que venir hasta el Atlántico Sur, desde el otro extremo del océano, facilitaban su derrota, por el factor de la lejanía de sus bases en tierra, de la complicada meteorología, y de los propios obstáculos geográficos.
No obstante, las diferencias en el material bélico, eran notables, si bien Argentina contaba con una fuerza aérea curiosa, que podía intimidar a los británicos, con solo dos portaaviones pequeños, el cazabombardero de despegue vertical, Harrier, como punta de lanza ofensiva aérea, y una flota de helicópteros considerable.
Y así fue, como se temía, que los argentinos infligieron un enorme daño a los barcos ingleses, desde el aire, con bombas sobre todo, y con la aparición en escena de un misil que se hizo popular, el Exocet, de factura francesa, del cual se consumieron todas las unidades disponibles, de manera eficacísima, porque casi todos los Exocet dieron en el blanco de manera letal, lanzados certeramente desde los aviones navales Super-Etendard, o desde los cazabombarderos, Mirage III, ambos modelos de procedencia francesa, igualmente.
Uno de los hechos más destacados, y que ha pasado a la Historia, como una gesta de la Fuerza Aérea Argentina, fue el que tuvo lugar en el estrecho que divide a ambas islas Malvinas, durante la operación de desembarco de los británicos, que llamaron Operación Sutton, y que, a pesar de su éxito, ya que concluyó con la toma del centro neurálgico de las islas, Puerto Argentino, causó más quebraderos de cabeza a los británicos, de lo que habían previsto en un principio.
A pesar de que los ataques aéreos argentinos provenían del Continente, lo cual limitaba la actuación de los aviones, porque contaban con el combustible justo para llegar al objetivo, atacarlo durante unos 5 minutos, y volver a la base, para abastecerse de nuevo, y reiniciar el ataque, tanto los SkyHawk, como los Mirage III, estuvieron a punto de arruinar el desembarco de las fuerzas británicas, por su fiereza y certeza en los ataques, consiguiendo dejar fuera de combate o de llevar a pique, una cantidad ingente de barcos enemigos.
Destacan el hundimiento de diversas fragatas, y, sobre todo, el del destructor Conventry, así como los daños y hundimiento de otros barcos de desembarco y aprovisionamiento. Muy sensible daño lograron los argentinos, con el ataque al desembarco que se estaba desarrollando de las tropas de élite, conocidas como Gurkas, debido al error británico en la lentitud de la operación. Sin entrar en combate los Gurkas todavía, los Skyhawk argentinos, bombardearon en diversas oleadas el barco en el que eran llevados, y lo hundieron, causando más de 30 bajas, en uno de los cuerpos mejor preparados y apreciados por los británicos.
El inolvidable «Callejón de las bombas», hizo pasar a estos pilotos argentinos, y a sus aviones, a la categoría de héroes formidables, en una de las acciones de guerra aeronaval, más épicas que se recuerdan.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 9 de febrero del 2023
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