Si alguna ventaja tiene la democracia para los que amamos la libertad, y la dignidad de las personas, es, primordialmente, la posibilidad de que exista una diversidad en el entendimiento de la vida, lo cual se traduciría, en una variedad de fuerzas políticas de todo espectro, para, consiguientemente, dar lugar al debate social y a la discrepancia, es decir, a una actividad cultural de la libertad de expresión, sin cortapisas ni censuras de ningún tipo, salvo las apropiadas a la convivencia y a la concordia social, para las cuales son fundamentales, unos hábitos de tolerancia, de escucha comprensiva, de magnanimidad ante la disensión y la contrariedad ideológica.
Sabemos que existen democracias tan solo nominales, porque los pueblos donde están asentadas desde el ordenamiento legal, no caminan acompasadamente a las leyes que marcan el diálogo ante la discrepancia y el disenso. Son pueblos que deben evolucionar en cuanto a idiosincrasia, porque andan todavía relegados a costumbres ancestrales, y conservan atavismos del feudalismo aún.
Uno de los ejemplos de este tipo de democracia, quizás paradigmático, sería la India, nación que presume de democrática, pero cuya sociedad demasiado imbuida por la religión, y el sistema medieval de Castas, continúa dificultando en extremo que la democracia funcione como tal, siendo, como hemos dicho, una democracia más nominal o en la pura teoría, que en la práctica cotidiana, y del día a día social, en el que predomina la discriminación de cuna, y se incentiva la pobreza de una parte considerable de la sociedad, que poco puede hacer por revertir tal situación sumamente injusta, desde el punto de vista democrático.
En España, contamos con otro ejemplo similar a la India, aunque parece que no tan agudo como en el gigante asiático. España es un país que ha vivido bajo estructuras sociales medievales, prácticamente hasta ya entrada la posguerra de la Guerra Civil de 1936-1939. Todavía en nuestros días, encontramos comportamientos muy relacionados con el caciquismo medieval, especialmente en las zonas rurales, y en las pequeñas capitales de provincia. La corrupción tan profunda que anega a las Instituciones públicas españolas, tiene una de sus principales razones, en la carencia de una mentalidad demócrata en los políticos españoles, viciados por hábitos también atávicos, de otras épocas en las que reinaba el absolutismo, y una cultura de la picardía, que no debería tener cabida en una democracia europea del siglo XXI.
FRAN AUDIJE
Madrid,España, 16 de febrero del 2023
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