CRISTIANISMO Y POLÍTICA

Para mí, ser un cristiano comprometido con la causa de Jesús de Nazaret, queda muy próximo a llevar una vida en la máxima consonancia posible con el primer santo del cristianismo, como fue San José, el esposo de la Virgen María, y padre putativo de Jesús.

Se ha proclamado a San José como el primer modelo de santidad entre los cristianos, porque todos los demás santos, también modelos de excelencia cristiana, toman de San José las principales virtudes que los erigieron como ejemplos de perfección evangélica.

Recordemos que San José es el santo del silencio verbal, de la suma humildad personal, y de la máxima servicialidad hacia las personas que le rodeaban, tanto su familia, como sus vecinos. Un hombre que respetó a su mujer en todo momento, por puro amor hacia ella, que fue consecuente con sus creencias religiosas, en un mundo donde lo religioso formaba parte de la cotidianidad, pero no siempre en la coherencia, virtud que sí supo desplegar San José en todo momento.

San José fue el maestro de Jesús, a pesar de su analfabetismo, que era lo normal en su tiempo, entre las gentes del pueblo. Todo lo que sabía Jesús de la vida, le fue enseñado por este hombre, cosa fácil de constatar cuando leemos el Evangelio, plagado de prédicas que emplean paralelismos entre el saber humano práctico, y la sabiduría más espiritual a la que nos invita Jesús a aspirar, colocando cada acontecer diario, a la luz de ese camino de perfección, que nos lleva a Dios, al Dios que Jesús nos revela, y del cual el mismo Jesús participaba, puesto que los cristianos creemos que Jesús era hombre y Dios, al mismo tiempo.

Por tanto, San José fue obrero, y fue maestro, pero también fue un gran luchador en medio del peligro, cuando él y su familia fueron amenazados por el poder político de su tiempo, en la persona del rey Herodes, viéndose obligado a protegerlos, y a huir lejos, al desierto egipcio, hasta que llegara el momento oportuno de regresar a su casa de Nazaret. Y todo esto, sin decir ni una sola palabra que pasara a la Historia.

San José, fue un hombre que habló siempre con sus obras, todas llenas de bondad, honestidad, y honradez. Fue un hombre sin medallas, sin títulos, con las únicas virtudes de su trabajo, y de su amor puro y sincero hacia María.

Los actuales «mesías» de la política, deberían aprender de este modelo de hombre, más allá de lo estrictamente religioso, en lo que existe total libertad para creer. Un hombre, San José, que siendo de los más pobres, fue perseguido, pero fue fiel a sus ideales y a sus sentimientos de amor hacia sus semejantes. Era un sencillo trabajador que hizo todo lo que pudo por contribuir al bien de su familia y al de la comunidad donde vivía.

La clave de todo para el triunfo en esta vida, según nos enseña San José con sus obras, todas sencillas, pero sin dejar de ser heroicas, es el amor. Y el amor nunca es un proyecto propio para sí mismo, sino que se trata de un proyecto de servicio hacia los demás. Proyecto inclusivo y aglutinador, lejos de los odios y de las discriminaciones a las que nos tienen acostumbrados.

Por tanto, dirigiéndome a los políticos de nuestros días, ya que están ustedes al servicio de sus países y comunidades, sean más como San José, y hagan las cosas con más amor, más sencillez, más respeto, y menos palabrería. No es necesario ser cristiano para asumir este comportamiento, ni mucho menos, pero sí hace falta ser honrado y coherente, virtudes universales, en una humanidad decaída y herida.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,22 de febrero del 2023


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