Inosente Alcudia Sánchez
Campeche, 22 de febrero del 2023
· Como ciudadanos libres, en ejercicio de nuestros derechos, siempre habrá motivos para protestar contra alguna autoridad, para mostrar nuestra inconformidad por alguna decisión del gobierno, para hacernos escuchar en las calles. Desde hace décadas las protestas civiles forman parte de nuestro horizonte democrático: ambientalistas, feministas, defensores de derechos humanos, padres de desaparecidos, trabajadores que exigen justicia, intelectuales, jubilados, pacifistas… son inagotables las causas e incontables los grupos sociales con agravios o motivaciones suficientes para hacer público su descontento, para expresar sus inconformidades.
· La movilización popular es parte de la dinámica política de las sociedades modernas. Recientemente, han sido impactantes las manifestaciones en algunos países europeos, en protesta por modificaciones a los sistemas de pensiones; o las marchas de 2019, en Chile, originadas por un aumento en el costo del pasaje del Metro, punta del iceberg que descubrió la furia de una sociedad agraviada. En nuestro país, el reclamo social, expresado en marchas o plantones, forma parte de la cotidianeidad nacional.
· El caso es que no son muchas las causas que ganen la simpatía generalizada de la sociedad y, sobre todo, que sean capaces de sacar a la calle a ciudadanos de los más diversos sectores sociales. Singulares aun en lo colectivo, sólo acompañamos las causas que atañen a nuestra individualidad y, en la mayoría de los casos, más que correr el riesgo de salir a detener el tráfico, optamos por el “apoyo moral”, la solidaridad del silencio, el respaldo desde la comodidad. Así, por ejemplo, casi todos expresamos nuestra adhesión a las protestas contra la falta de medicamentos oncológicos, pero sólo los familiares de los niños con cáncer tomaron las calles; muchos compartimos la indignación por el daño a la naturaleza que causan las obras del tren maya, pero sólo los ambientalistas están plantándose frente a la maquinaria que destruye la selva. Y no es que seamos una sociedad afectada por el mal de la indolencia o de la apatía. Avanzamos entre lo gregario y el individualismo, características intrínsecas a la condición humana; pero, hay botones en el comportamiento social que desatan la fuerza de lo colectivo, la conciencia de que –diría Benedetti- juntos “somos mucho más que dos”.
· Si en Europa el botón que activó la movilización popular fue el asunto de las pensiones, en México es el de la defensa de la democracia. El 13 de noviembre del año pasado, los mexicanos nos sorprendimos a nosotros mismos por el volumen de una manifestación extraordinaria, de cientos de miles de personas que marcharon en diversas plazas del país bajo la consigna de “El INE no se toca”. En esa ocasión, los destinatarios de la demanda fueron el Poder Legislativo federal y, en específico, los diputados de la alianza Va por México: la sociedad civil organizada y el pueblo unido por la causa, exigieron detener las reformas constitucionales que atentaban contra nuestras instituciones electorales.
· La amenaza sigue latente: un conjunto de modificaciones a las leyes electorales -aprobadas por los legisladores de Morena y adláteres- intentan vulnerar la constitucionalidad de nuestro régimen democrático liberal y conducirnos a una regresión autoritaria donde dejemos de contar con el sistema electoral en el que hoy se sustentan nuestra democracia, nuestro derecho a elegir en libertad y a que nuestros votos se cuenten. Simple: de implementarse el llamado “Plan B” de reforma electoral las elecciones ya no serán asunto de los ciudadanos, perderemos la confiabilidad en sus resultados y, peor aún, echaremos a la basura muchos años de construcción de instituciones que hoy nos dan certeza democrática.
· Por eso, cerca de 200 Organizaciones No Gubernamentales han convocado a la sociedad civil, al pueblo todo, a salir a las calles nuevamente. Este 26 de febrero, en el zócalo de la Ciudad de México, y en las plazas de más de 80 ciudades del país y del extranjero, el pueblo unido saldrá a refrendar su convicción democrática y su inconformidad por la pretensión de socavar nuestro sistema electoral. Ahora, la consigna es más fuerte: ¡Mi voto no se toca!, ¡La democracia no se toca! y ¡La Suprema Corte Sí Decide! Esta manifestación expresará dos convicciones: primera, que los mexicanos adoptamos la democracia liberal como el régimen para elegir a nuestros representantes populares; y, segunda, que confiamos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) la salvaguarda del orden constitucional y del Estado de Derecho que rige nuestra convivencia social y política.
· Esta manifestación, como la de noviembre, no es contra el gobierno de López Obrador. Es, reitero, a favor de la democracia y del respeto al orden constitucional. En este sentido, es muy parecida en sus motivaciones a aquella marcha multitudinaria de 2005, que congregó a ciudadanos de todos los signos políticos, en contra del desafuero del jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.
· Yo confío en la SCJN. Creo que ejercerá sus atribuciones de equilibrio entre Poderes, mantendrá la constitucionalidad del sistema electoral y salvaguardará nuestros derechos humanos. Empero, qué difícil imaginar, hace apenas unos años, la situación en que nos encontraría el 2023. Por eso, salir este domingo 26 es, también, mandar un mensaje al futuro: a los mexicanos, la defensa de la democracia siempre nos encontrará unidos.
· Hay momentos en que aplica la fábula de los puercoespines de Schopenhauer: el bien común superior nos convoca a marchar juntos y dejar a un lado las naturales diferencias que nos hacen distintos.
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