EL PAÍS DE LAS LIBERTADES, SIN LIBERTAD

Érase un país, al que llamaban «El país de las libertades», pero, acto seguido, venían a decirte con quién tenías que compartir tu vida afectiva, después de décadas de tenerte como «puta por rastrojo», haciéndote la vida imposible con los amores, porque lo que querían es que te dedicaras a frecuentar los burdeles, y a llevar una vida promiscua y depravada.

Todo esto, en un país con la tasa de paro más alta de todo el Occidente desarrollado, y con el triste liderazgo mundial, en prostitución y trata de personas. Un país con la deuda pública más alta de toda la Unión Europea, porque vive permanentemente con la mano puesta en Europa, con la excusa de solicitar fondos para la recuperación de la crisis. Crisis en la que llevamos décadas, y que no es otra cosa que corrupción institucional y política, un agujero de inmoralidad y de falta total de honradez, en unos gestores políticos bastante incompetentes e irresponsables, con el sello nacional de la juerga y el cachondeo.

Centrándonos en lo que nos importa más concretamente, dado el título del artículo, debemos tener claras dos cosas: que un esclavo es el que no tiene derechos, y que un español, o de la nacionalidad que fuere, sin derechos, no existe, porque estamos definiendo al esclavo, que es el que carece de derechos. Por tanto, hemos sentado la incompatibilidad que hay entre nacionalidad y esclavitud. Los ciudadanos son los que pertenecen a la nación, porque son titulares de una serie de derechos de ciudadanía. Los esclavos, son los que no gozan de derechos, y están a la orden de sus amos, quedando a merced de los caprichos de estos, pudiendo ser maltratados, y también vejados, sin que quepa defensa alguna por parte de los mismos.

Estamos en condiciones de hablar de la reedición de la esclavitud en la Europa desarrollada, dentro de una de las naciones que tiene fama de ser diferente al resto. De sobra es conocido aquel lema de promoción turística española: «Spain is different», que no fue ninguna casualidad, y está basado en la experiencia de los propios promotores turísticos españoles.

España no ha conseguido quitarse el pelillo de la dehesa, de su herencia africana, y de la influencia que el Continente más atrasado de la humanidad, ejerce sobre la península ibérica, separada del Magreb, a penas por un istmo de unos 15 kilómetros de distancia. En los Pirineos estamos unidos a Europa, que es como la noche y el día, comparada con el extremo gibraltareño, desde donde saludamos al rey Mohamed VI con la mano. La mezcla de tales influencias, hacen de España lo que es: una nación a medio desarrollar dentro de Europa, a la que le falta madurar en valores democráticos. Un país que vive de fiesta en fiesta, y peleado entre sí. Un país donde la libertad se entiende, como que yo hago lo que me parece, y los demás que se fastidien, porque yo puedo, y tú no.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,18 de mayo del 2023


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