Podríamos ser tan afortunados, que poseyéramos el mundo entero, pero dejaría de ser una fortuna dicha posesión, si alguien anulara en nosotros algo tan básico y fundamental como la libertad.
A menudo, en política, se declara que tal o cual partido incentiva o es garante de la libertad de las personas. Pero donde hay que fijarse es en el respeto práctico, del día a día, de los derechos humanos, sociales y empresariales, que los Estados imprimen a la sociedad.
En un país donde no existe o se viola la libertad de expresión, donde la Seguridad Jurídica es débil y manipulable, donde hay poca o ninguna cobertura social, o donde las empresas y la economía no hallan facilidades e incentivos para la prosperidad, podremos tener y detentar un montón de cosas, incluso podremos ser un «cuerno de la abundancia», pero esa aparente riqueza nunca la podremos disfrutar, y será, pues, realmente como si no existiera o como si no la tuviéramos.
Si los Estados no saben respetar lo más básico de la existencia en las personas, pues apaga y vámonos, todos los demás derechos y todas las demás cosas, se derrumbarán, y no servirá para nada, o para muy poco, que estén ahí o sean de nuestra propiedad.
Este es el sabio sentido que Europa le ha querido dar a la democracia tras la Segunda Guerra Mundial: no solo que la democracia establezca un turno Electoral para el acceso al poder, sino que el poder esté condicionado por la obligación de respetar los derechos humanos, y otra serie de derechos fundamentales de carácter social y económico.
El porqué de tal determinación europea justa, razonable y ejemplar, es la lección que nos han dado las sucesivas guerras tan destructivas, desencadenadas durante la primera mitad del Siglo XX. Todas estas guerras fueron fruto de la ausencia de una garantía por las libertades ciudadanas más fundamentales, y, aprendida esta amarga lección, que ha costado millones de vidas humanas, Europa ha sabido tomar medidas para que esta barbaridad no vuelva a destruir al Viejo Continente. Desmarcarse de Europa en este sentido, sería el regreso del subdesarrollo, y la vuelta a una sociedad profunda, de la que parece renegamos, pero que se empieza a reeditar en algunos países.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,2 de junio del 2023
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