Es memorable aquella escenificación del grupo de comedia británico, Monty Python, en la que hacen jugar la final de uno de los mundiales de fútbol, a los equipos de filósofos de Alemania y de Grecia. Aparecen las alineaciones, y ambos equipos son capaces de aportar cada uno, 11 grandes figuras del pensamiento de todos los tiempos, que se enfrentan en un simpático partido de fútbol imaginario.
En España podríamos hacer equipos de fútbol al estilo Monty Python, con pintores y con poetas, presentando muy competitivas alineaciones, pero nunca seríamos capaces de hacer equipos competentes y competitivos de filosofía, porque en España, sencillamente, el pensamiento se ha visto seriamente agredido y capado, cortado de raíz, para que no hiciera sombra a nuestro obligado y preceptivo catolicismo, una de las grandes obsesiones de nuestros políticos y gobernantes en la Historia.
La católica España, no era otra cosa que un amenazante Tribunal de, la llamada, Santa Inquisición, por el cual podíamos ver seriamente amenazado el porvenir y la vida, si te salías mínimamente de las pautas enfermizas marcadas por estos verdaderos enfermos mentales, que podían ser de todo, menos seguidores de Jesucristo y del Evangelio, ya que nunca el Señor fue un hombre impositivo ni homicida, sino perfectamente dialogante y comprensivo con el pecador, al que siempre invitaba a su terreno, pero nunca pretendió faltar al respeto a nadie, ni, mucho menos, imponerse mediante la fuerza y la violencia.
De lo que se trataba era de mantener a España alejada a toda costa, del enemigo protestante, que sí había hecho una lectura mucho más en consonancia con el Evangelio, a través del agustino Lutero. Y este hecho nos ha costado el estancamiento cultural, y una decadencia que acusamos todavía.
España se mantuvo al margen, aislada con plena conciencia, de la Revolución Francesa, que no fue otra cosa que la interpretación política del Evangelio cristiano. Pero una interpretación sana, y bastante fiel al espíritu de libertad y de humanidad que quería Jesucristo transmitir. Hubo pensadores españoles, en una época de máxima permisividad filosófico-científica, durante la Ilustración borbónica, sobre todo del rey Carlos III, que abogaban por la introducción del liberalismo, pero aquella oscurantista España, los despreció en todo momento, y eran considerados traidores. Me estoy refiriendo a los despreciados «Afrancesados».
El que podríamos considerar peor y más pésimo gobernante español, como fue el rey Fernando VII, se constituyó en una de las más fuertes ofensivas contra el liberalismo en España y en Europa. Y no es casualidad que, durante su reinado, España padeciera la descomposición masiva de su Imperio, con la independencia de la mayor parte de la América española, que sí fue permeable a los ideales revolucionarios franceses.
La actual democracia en España, es un régimen con escaso bagaje, y una enorme necesidad de maduración, precisamente porque adolece de experiencia en la diversidad de pensamiento, y en la sanísima costumbre de la discrepancia, fruto de una sociedad donde ha existido libertad, y donde la gente no se extraña por que otro u otros, salgan por la tangente, y ofrezcan versiones distintas, e incluso muy distintas, de lo que se establece desde el poder.
El poder en España, siempre ha tratado de prohibir y reprimir, el pensamiento y a los pensadores, porque no se acostumbra a esta incomodidad de quien te sale al paso con opiniones distintas. Nuestra costumbre es la de que todo está controlado por el poder, haga lo que haga, o se corrompa lo que se corrompa, porque el pueblo español tampoco tiene tradición en combatir al que gobierna, desde la Tribuna o desde la manifestación.
No es un problema de talento nacional, sino de una constante en la Historia de políticas represoras, y excesivamente alineadas con el catolicismo religioso, que nos hace dudar de si fue antes el huevo o la gallina, o de si todo es fruto de una idiosincrasia combativa hacia la libertad de pensamiento, o de si esta idiosincrasia ha surgido a consecuencia de la constante represora de la que hablamos, como una costumbre que ha acabado por hacerse endémica.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,5 de junio del 2023
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