Recordando a mi Padre… en el Día del Padre


Don Fernando Jiménez, “Nando”
Por: Raúl Jiménez Lescas

El primer recuerdo que merodea en mi desgastada Memoria de mi Padre es regalándome un libro en inglés, empastado, bello e ilustrado, pero que no entendía nada: Robin Hood. No me acuerdo del coche de carreras, ni la bicicleta “Chóper”, me acuerdo de su libro que me regaló. Mi padre se sentó y me miró fijamente, con esos ojos inconfundibles, negros y entre serios y risueños: “Lea… caballero”, dijo suavemente, pero de manera firme.

Había abierto la página donde empezaba el primer capítulo. Yo leí: “¿Chapter… quéee?….
-Rió y dijo: “Chápter guan”.
-Repita caballero: Chápter guaan… dije en mis primeras palabras en inglés. Es decir, Capítulo I…. Once upon a time… Érase una vez… Casi todos aprendemos primero a decir “OK” o “Good Morning” o “I Love you”…. pero mis primeras frases en inglés fueron: Capítulo I. Érase una vez…

El libro era hermoso. Empastado en cuero y con ilustraciones. Así que uno de mis primeros ídolos extranjeros, era otro inglés…. después de Lennon, claro. O por ahí van las cosas. ¿Quién fue primero? Es lo mismo que qué responder “¿Qué fue primero: el huevo o la gallina?”.
Curiosamente…. cuando me hice adicto a la Historia de los Pobres del Mundo, hace unos 20 años… dejé de admirar a Robin Hood para admirar al general Ludd, Nelson Ludd de Nottingham, que sí existió y robaba a los ricos para darles a los pobres. Muchos años me peleé fuerte con los historiadores soviéticos que no admitían la existencia del general Ludd, pero siempre nos los chingamos, en el buen sentido de la palabra mexicana, pues hay documentos, mostrados por los grandes historiadores ingleses, de que hasta una Ley para ahorcar a los “ludditas” existió hacia 1810.

Mi fuente de inspiración no eran los archivos ingleses, pues nunca he viajado por ahí, sino el poeta Lord Byron que lo llamó el “Rey de los Tejedores”. Ludd fue tejedor artesanal y destrozó un telar moderno con rabia ante la Revolución Industrial. Ludd se equivocaba, explico a mis alumnos, pues el enemigo de los pobres no eran las máquinas modernas sino el sistema de explotación salvaje.

Un grupo inglés, Chumbawamba, hasta escribió una rolita recordando al Robin Hood Ludita y hasta un video anda rolando por la nube cibernética. La canción dice precisamente: The Triumph Of General Ludd. No more chant your old rhymes about old Robin Hood/His feats I do little admire/I’ll sing the achievements of General Ludd/Now the hero of Nottingham Shire/Those engines of mischief were sentenced to die/By unanimous vote of the trade/And Ludd who cannot a position defy/Was the grand executioner made/Whether guarded by soldiers along the highway…

Llevo unos 15 años dando cursos de Historia de los Pobres a los pobres y siempre les cuento la Historia del Generalísimo Ludd. Perdón, pero yo le di ese grado de Generalísimo, pues la corona inglesa no le hacía mucha gracia. Cuando descubrí a mi verdadero “Hood” de los pobres ingleses, se lo comenté a Mi Padre en su Taller de Pueblo Nuevo. Me miró y me dijo: “Interesante caballero”, pero creo que no le hizo mucha gracias, pues a mi Padre le encantaban las historias épicas como la de Hood y a mí, la historia de los pobres.

Recuerdo que mi tío Manchi le regaló una película que mi Padre adoraba: The Adventures of Robin Hood de Errol Flynn. Yo la conservo, gracias a un pirata de Tepito y, al rato, me la voy a chutar con una botanita de ceviche y una sangría mega fría. El libro anda por ahí en alguna librería de viejo o en la biblioteca de algún coleccionista. Cuando me divorcié, una víctima de mis decisiones fue precisamente ese hermoso libro que guardaba con tanto celo: Nadie sabe dónde quedó. Mi hijita rescató, de ese naufragio, algo que se lo agradezco: Los obras completas y empastadas de otro ídolo, también inglés, Memito Shakaespeare. Los dos tomos los guarda con celo en su biblioteca.

Cuando perdí ese regalo de mi Padre, sentí que me mutilaron sin anestesia una parte de mi cuerpo. Lloré. Pero bueno, uno paga en esta vida sus errores o sus decisiones, correctas o no. No necesito tener el libro físicamente para acordarme de ese encuentro infantil con mi Padre. Mi memoria que todavía no ha sido colonizada por un alemán que anda merodeando por los cerebros, aún me permite “resucitar” a mi Padre y mis recuerdos. Yo soy de esos historiadores, como el jesuita francés Michell De Cetau, que creen que los historiadores somos los únicos que podemos imitar a Jesús resucitando a Lázaro: Lázaro, levántate y anda… El historiador resucita a los muertos para volverlos a colocar solemnemente en su tumba, después de dialogar alegremente. Y no es la resurrección de los muertos los que los hace alegres en la vida eterna, sino la Memoria, su recuerdo, lo que los vuelve eternos.

Que hermosa es la Memoria que te permite, como en un disco duro, guardar archivos y sacarlos aplicando el “mouse” de tus neuronas. Y que hermosa es la vida que se vive, pero nada más hermoso parafraseando a mi compadre Márquez: vivir para contarla y, yo agrego, sentarte imaginariamente con tú Padre a disfrutar una épica película, con ceviche y sangría… claro, Don Fer, mi padre se tomaría su vaso de Coca Cola y, seguramente, preferiría ese delicioso estofado que cocinaba Ma. C’est la vie. Soy una especie de clon de mi padre y madre, pero tengo lo mío.


Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Un comentario en “Recordando a mi Padre… en el Día del Padre

Deja un comentario