EL SENTIMIENTO PATRIÓTICO

Ser patriota, es amar a tu país.

Cuando uno ama, está dispuesto a los mayores sacrificios, con tal de beneficiar al objeto de su amor. Cuando uno ama, valora más, mucho más, a la amada o al amado, y pone su vida en función de lo que ama, de tal manera, que es capaz de dar hasta la vida física por amor, pero, en cualquier caso, siempre está dando su vida moral. Amar, y amar a la patria, es entregar lo mejor de uno mismo, por su país. El que ama, nunca vive para sí mismo, sino que vive entregado al amor; vive para el otro, vive para su país. El que ama, se olvida de todo lo suyo, y solo contempla lo amado. El que ama a su país, hace de los intereses de la patria, sus propios intereses. No dice: «Todo por mí», sino todo lo contrario, dice: «Todo por la patria».

Sin embargo, no debemos confundir, el amor con el romanticismo. El romanticismo es una etapa inmadura del amor. El romántico, ama, sí, pero lo hace de una manera equivocada. El amor romántico, es un espejismo en el desierto: vemos algo que no existe, o, al menos, vemos la realidad distorsionada. El romanticismo, suele ser una etapa del sentimiento amoroso, incluso una etapa necesaria. Y, cuando el romanticismo es pasajero, y muta en otra etapa más madura y menos ilusoria, estamos hablando de algo sano y bueno, porque nos permite seguir amando, pero haciéndolo de forma justa y adecuada, pues estamos viendo la realidad de lo que supone lo que amamos, y, entonces, podemos poner los medios eficaces, para entregar lo mejor de nosotros mismos, por la patria amada.

Una característica muy típica del romanticismo patriótico, es la idolatría hacia los símbolos que representan a la patria. Los símbolos, como dice la palabra, simbolizan el amor que sentimos por la patria. Son una representación artística, de la patria y del sentimiento patriótico. Como tales, los símbolos son necesarios, en el protocolo y en los actos institucionales; pero, sacarlos de este contexto, es entrar en el terreno del romanticismo.

Los colores, los logotipos, los uniformes, ciertos personajes, etc; son una parte de la patria, pero no son toda la patria. Ni siquiera son la parte más importante de la patria, aunque el romanticismo patriótico, los saque siempre de su contexto, deformando la realidad de lo que es el amor real y verdadero por la patria.

Naturalmente, el amor verdadero por la patria, es el trabajo honrado y abnegado, que dedicamos cada día por nuestro país. Amar a la patria, y darlo todo por la patria, es, sencillamente, cumplir con el deber que tenemos cada uno, para con nuestro país. El que vive para aprovecharse de su país, y no vive para que su país se aproveche de él, no es un patriota, es un ladrón y un defraudador, por muchas banderitas nacionales que se ponga en la solapa. Podemos sembrar nuestras ciudades y campos, de banderas y de himnos, pero si no acatamos las leyes, y hacemos lo que nos da la gana, si impera el capricho, y no el deber, lo que realmente estamos haciendo, es traicionar a nuestro país.

Decir que amamos algo, y luego firmar su sentencia de muerte, es la mayor hipocresía que podemos hacer. Amar a los símbolos, pero no trabajar honradamente y con buena fe, por nuestra sociedad y por nuestro país, es una estupidez. Será muy romántico, pero es un sentimiento patriótico equivocado.

Mucho más patriota es el que nos enseña los defectos y las carencias que tenemos, que el que las esconde y nos engaña, haciéndonos creer que somos lo que no somos. Porque cuando vemos las cosas como son realmente, podemos poner los medios para arreglar lo que está mal, y podemos luchar eficazmente, por engrandecer nuestro país. Vivir en una nube ilusoria, será muy bonito, pero es vivir engañados, y sin poner los medios que debemos poner, para hacer las cosas bien.

FRAN AUDIJE

Madrid,España, 12 de julio del 2023


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