COHERENCIA

Podríamos definir la virtud de la coherencia, como la coincidencia que hacemos existir, entre nuestro pensamiento, y nuestra forma de actuar o de obrar en la vida.

La coherencia es uno de los mayores logros, a los que se pueden aspirar, pero, también, se trata de una de las más complicadas formas de vivir, existiendo dos ámbitos muy concretos, donde la coherencia es crucial para darle un verdadero sentido a ese ámbito, o espacio ideológico: la religión y la política

Cuando no existe verdadera coherencia en lo religioso, caeremos inevitablemente en el fariseísmo, lo cual significa que estaremos «acercando el ascua a nuestra sardina», es decir, adaptando lo religioso a nuestros intereses particulares, sin que tengan estos últimos, ninguna coincidencia con lo que marca el mensaje religioso, conforme al cual se ha de vivir. En tal sentido, lo que se hace es instrumentalizar la religión, para conseguir metas poco o nada en consonancia con lo que marcan los preceptos religiosos.

En el plano de la política, sucede algo muy parecido a lo relatado con la religión. Falta la coherencia política, en el momento que dejamos de constituirnos en siervos del pueblo o de la ciudadanía, dando un uso a las ideologías, de servicio a intereses personales muy concretos, que pretenden alcanzar el poder, y perpetuarse en el mismo todo lo posible, importando solo en segundo plano, el verdadero servicio bienhechor que le debe el político a la sociedad.

La falta de coherencia en ambos terrenos, tanto el religioso como el político, trae como consecuencia la esclavitud y la manipulación de las personas que confían en palabras sagradas, o en promesas, en teoría desprendidas de determinada ideología, pero que acaban por desecharse, para dar rienda suelta al aprovechamiento tiránico del poder.

En la España de nuestros días, tenemos un claro problema de coherencia, tanto en lo religioso, como en lo político, dos entes que se suelen agarrar de la mano, porque se benefician mutuamente. El solo hecho de que lo religioso esté en función de la voluntad política, y viceversa, ya nos está hablando de un Gobierno en la sombra, que decide caciquilmente el destino de los habitantes del país, siendo esto extremadamente peligroso, porque corremos el riesgo de alentar el totalitarismo, y el recorte de derechos fundamentales. «A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César», respondería en cierta ocasión, Jesucristo a sus enemigos, dejando claro que la mezcla tentadora, de lo religioso y lo político, trae corrupción a lo religioso, y lo mismo ocurre en el plano político, donde los líderes se convierten en auténticos sacerdotes, con capacidades desmedidas de intromisión en lo íntimo y personal de sus ciudadanos.

La política debe quedar circunscrita, a la gestión de la cosa pública, sin salirse de este guión lo más mínimo. Lo público es todo aquello que nos afecte a la generalidad de los ciudadanos, toda aquella problemática que nos atañe comunmente a todos. En lo privado y personal de los ciudadanos, solo la moral y la ética, marcan las pautas a seguir; en tal sentido, debemos ser cívicos, y debemos regir nuestra conducta privada, por códigos éticos o morales, de absoluta libre elección, que siempre estarán matizados por los principios sentimentales de las personas.

La política debe procurar, bajo la coherencia de los postulados que le caracteriza, aportar las infraestructuras y los medios adecuados, para que los ciudadanos puedan desenvolver su vida íntima y privada, sin injerencias de ningún tipo, porque esto supone libertad, y supone que las personas van a poder verse realizadas en la vida, con un mínimo esfuerzo que realicen, puesto que sus derechos fundamentales se van a respetar por parte de los poderosos, que se limitan a facilitar los ambientes y las cosas, que se necesitan para que la libertad tenga sentido, y se encuentre asistida y protegida.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,15 de julio del 2023


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