LA FORZADA MARCHA ATRÁS DEL MUNDO

La Revolución Francesa, en el siglo XVIII, es la responsable del principio de la ruptura con las ataduras esclavistas de la sociedad feudal, en la cual el hombre vivía en estamentos sociales herméticos, y condenados a vivir bajo el fuero que, unos, los estamentos dominantes (Rey, nobles y clero), imponían a los otros, el estamento subordinado (Pueblo). Dicho con palabras claras y directas: Para que los dominantes pudieran dominar, tenían a los subordinados sin otro derecho, que vivir para sostener los privilegios abusivos del Rey, la nobleza y el clero, amparados en el simple y subyugante argumento, de que era voluntad de Dios, delegar su poder en la tierra sobre estos tres grupos, que conseguían mantenerse erguidos, mientras pisaban a la gran mayoría de los individuos que componían el Estado.

Todo esto se acabó con la Revolución Francesa, y empezó a concebirse un Estado donde todos tuvieran derechos, y donde existieran unos derechos comunes a todos, por el único hecho de pertenecer a la especie humana. Dejaron de existir estamentos feudales, para pasar a establecerse el concepto de ciudadanía, que aglutinaba a todos los individuos bajo la misma nacionalidad. El poder ya no dimanaba de Dios, sino de los ciudadanos, que delegaban su poder en una asamblea representativa, elegida por sufragio, con poder para establecer las leyes bajo las cuales se regirá el príncipe para gobernar, y desde las cuales se impartirá la justicia. Se hizo posible algo impensable: que el pordiosero pudiera convertirse en príncipe, y el príncipe en pordiosero, porque se sustituyeron los privilegios inamovibles de cuna, por la capacidad y el mérito de cada cual. El poder religioso, la Iglesia, dejó de estar ligado a la gobernanza del Estado, y pasó a circunscribir su reinado en las conciencias libres y sin ataduras materiales.

El estallido revolucionario francés, ha ido ganando cotas de perfeccionamiento, en los derechos y en las libertades que proclamaba, y sus ideales se han ido asentando y haciéndose factibles en Occidente, durante todo el siglo XIX y el XX. Sin embargo, desde finales del siglo XX, el Imperio Occidental, que ha basado su desarrollo y su preponderancia mundial, en los ideales de la Revolución Francesa, empieza a dar muestras de debilitamiento, precisamente porque esos ideales dieciochescos, y que tanta sangre y guerras ha costado poner en práctica, se empiezan a poner en duda, y se empiezan a limitar.

El ser humano, como tal, ha perdido valor en las últimas décadas, pero en los últimos años estamos cogiendo carrerilla, en el despojo disimulado y solapado, de los Derechos Humanos y Civiles, que el hombre contemporáneo había conquistado, con tanta sangre, sudor y lágrimas. Los grupúsculos fascistas de mediados del siglo XX, que motivaron la destructiva Segunda Guerra Mundial, porque nadie quería volver a un régimen, incluso peor aun que el feudal, se han vuelto a poner de actualidad, pero esta vez, ya no provienen de un grupito de fanáticos, que aprovecha una situación circunstancial favorable, como la humillación patriótica que supondría para Alemania, la firma del Tratado de Versalles, tras ser derrotada en la Primera Guerra Mundial. Ahora es muy distinto, porque existe un acuerdo generalizado de todas las naciones, para acortar los derechos y la dignidad humana, de los ciudadanos Occidentales, y, por extensión, de los ciudadanos de todo el mundo.

Lo están haciendo sin que apenas nos enteremos, como dice el Papa Francisco: «Con anestesia». El bienestar material y las perversiones e hipervaloración sexuales, son las tácticas empleadas, para ir destruyendo al hombre, mientras nos dan cosas, que, aparentemente son buenas y deseables, pero que no hacen más que dinamitar los valores espirituales, en los que se basaban las ideas revolucionarias francesas, que habían pasado a informar las legislaciones positivas de Occidente.

De lo que se trata es de ir esclavizando paulatinamente, en los vicios y en la deshumanización, al hombre occidental, y, encima, que se conforme y lo acepte con agrado, porque, como dice uno los premios nóbeles: «Nunca hemos vivido tan bien». Esto es exactamente lo que se intenta difundir: Que no nos falta de nada: tenemos comida, ocio y sexo. ¡Qué más se puede pedir!. Es decir, nos dejan satisfechas nuestras necesidades fisiológicas, mientras van hurtando los derechos y libertades conquistados. Y esto lo podemos ver claramente, pero no nos importa y nos conformamos, porque es posible comer y follar todo lo que queramos.

El mundo está dando marcha atrás en los valores evangélicos que han hecho crecer a Occidente, y que, finalmente, lo han convertido en Imperio, gracias a que la Revolución Francesa, positivizó legalmente las ideas morales del cristianismo, ordenando los Estados y sus sociedades de una manera justa y de acuerdo a la dignidad humana. La decadencia nos viene de la mano de la ignorancia consciente y premeditada, de todo este tesoro. Sin embargo, recordemos que para lograr tirar piedras contra nuestro propio tejado, estamos robando esas piedras de la casa de los vecinos pobres de al lado, los cuales, por otro lado, es lo único que tienen. Cuidado, porque, si al Imperio Romano le dieron la puntilla los pueblos bárbaros, menos desarrollados, al Imperio Occidental contemporáneo, le pueden dar la puntilla, estos mismos pueblos subdesarrollados, a los que robamos y maltratamos injustamente, para conseguir estados de bienestar, desde los que despojar de derechos a nuestra ciudadanía, y acabar implantando un nuevo fascismo, como quien no quiere la cosa.

FRAN AUDIJE

Madrid,España, 4 de agosto del 2023

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.


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