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Hace tiempo que me vengo fijando en una muchacha, que me agrada. Mientras reparo en su belleza, se me acercan unos individuos, que, sin conocerlos yo de nada, ni haberlos consultado, me dicen en plan compadre que, la muchacha en cuestión, posee una morfología tendente a la obesidad, y que su figura esbelta y atractiva, es engañosa, porque, en pasando algunos años, y si se convierte en madre, su cuerpo volverá a la naturaleza obesa a la que obedece.
Mientras, perplejo, no tengo más remedio que escuchar estas explicaciones, desfila por delante nuestra otra muchacha, igualmente bella y atractiva, con una morfología completamente distinta, según me continúan explicando. Esta, dicen, no engordará nunca demasiado, por poco que se cuide. Los sujetos en cuestión, se quedan aguardando mi reacción, y yo, ni corto ni perezoso, les espeto un merecido: «Vayan a meter las narices en sus asuntos».
Cuando me vuelvo a fijar en la muchacha de mis amores, tuviera la morfología que tuviese, veo que se le ha acercado otro varón, con el que mantiene una conversación. Intento acercarme a ella, pero estos señores que desconozco de donde han salido, inmediatamente me cortan el paso, y puedo contemplar con suma lástima, cómo mi amor se retira de mi alcance, de la mano de aquel intruso, desapareciendo de mi vista.
Alguien me toca en la espalda, me vuelvo hacia atrás, y es aquella otra muchacha muy guapa, y de morfología afortunada, que me sonríe, guiñándome un ojo. Perplejo, y no sé si algo complacido también, porque esta chica es muy bonita, escucho una voz que dice: «A rey muerto, rey puesto». Cuando me doy cuenta, camino de la mano de esta belleza sorpresiva, y vamos a parar a una habitación. Ni corta ni perezosa, la mujer se desnuda, adoptando una postura completamente provocativa, y me pide que la ame…
«Pero si no hemos hablado ni una palabra», comento entre el estupor y la llamada violenta de mis bajos instintos, que me demandan un arranque irracional hacia aquella carne fresca, abandonada a la merced de mis colmillos. La respuesta, es, si cabe, más alucinante, pero, después de todo, hasta previsible: «No me pagan por hablar, cariño».
FRAN AUDIJE
Madrid,España,20 de agosto del 2023
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