La cumbre de Johannesburgo

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Por: Atilio Alberto Peralta Merino

Ciudad de Puebla, Puebla, 21 de agosto del 2023

A partir de la conformación del sistema de las naciones unidas, no han sido pocos los momentos en los que África ha estado en el epicentro de los acontecimientos mundiales. Luis García y Erdmann y Roy Chaderton han sido dos diplomáticos a los que me ha tocado en suerte escuchar una frase prácticamente idéntica y que podríamos sintetizar en la siguiente expresión: “conozco bien África”,
frase que al escucharla me ha quedado la sensación indeleble de que se referían a “la joya de la corona”, tal y como se constata en los días que corren.

La tercera y última ocasión en que la Asamblea General de la ONU asumió el mando de la fuerza internacional, reservado en la “Carta de San Francisco” al Consejo de Seguridad fue en la Guerra del Congo de 1960, reseñada magistralmente en una pieza tropical popularizada en México por la orquesta de “Lobo y Melón” denominada “Que pasa en el Congó”, cuya letra, escuchada a ritmo, constituye a no dudarse la más divertida lección de política exterior que pueda recibirse.

A una década de aquel trágico suceso que conllevaría el derrocamiento de Patricio Lumbumba y el atentado que terminó por cobrar la vida del secretario general de ONU,
Dag Hammarskjöld, se vivió la guerra de Angola, derivada del desaseo de la descolonización lusitana en el continente y las rispideces correspondientes que aquella acarreó con el célebre régimen dictatorial de Idi Amín Dada en Uganda, y treinta años después, en la misma región de los grandes lagos, pletórica en reservas del mineral estratégico denominado “coltan”, se vivieron las masacres de limpieza étnica entre Tutsis y Hutus en Burundi que derivó en otra de las conformaciones de un tribunal penal internacional, adicional al correspondiente a las guerras yugoslavas que cristalizarían en el Tratado de Roma de 1998 para instituir un tribunal de justicia penal internacional.

Tribunales ambos que precedieron al actualmente en funcionamiento y vigencia y cuyos previos precedentes habría que hurgar, tanto en la pretensión de “jurisdicción universal” de la justicia española, como en el proceso seguido a Adolf Eichmann en la “Casa del Pueblo” de Jerusalén debidamente reseñado por Hannah Arendt ; y ni que decir de los tribunales de Tokio y Nuremberg erigidos sobre la base de la declaración de Londres emitida por las naciones aliadas al finalizar la guerra.

La rebelión cívico- militar en Níger y los barruntos de guerra en prácticamente toda la zona central del continente, la convierten en epicentro de los grandes sucesos del planeta, precisamente cuando en Johannesburgo se apresta a celebrarse la próxima reunión de las naciones que conforman el denominado bloque BRICS. Recientemente recibí la honrosa invitación a la ceremonia de despedida como jefe de la misión diplomática de Sudáfrica acreditado ante el gobierno de México del excelentísimo señor embajador, Dennis Thokozani Dlomo, y de su distinguida esposa Thando MaMbokazi Dlomo. Tuve en suerte referirle al embajador la historia de Gaspar Yanga debidamente referida por el padre Francisco Xavier Alegre en su “Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España”, para mi personal satisfacción, a partir de aquella modesta referencia, el embajador entrelazó una magnífica relación con las autoridades locales en Veracruz, así como con las comunidades afrodescendientes, tanto de Veracruz, como de Oaxaca y Guerrero como parte de un principio de acercamiento con la denominada “diáspora africana” por la Doctrina de la política exterior de la República de Sudáfrica dirigida por la ministra Naledia Pandor.

La propia ministra Naledia Pandor escribió una formidable colaboración en la prensa de la capital del país sin que de tal hecho exista, hasta donde tengo entendido, al menos precedente en la vida de nuestro país, e incluso acaso del Continente.


Colaboración periodística impregnada de consideraciones de enorme relevancia diplomática, entre las que se incluyen la neutralidad en relación a la guerra en Ucrania, el derecho a realizar intercambios libremente con China y el claro ofrecimiento de respaldo a los derechos de los pueblos palestino y Saharaui. Los ecos de África, mucho menos gratos en estos momentos por desgracia que los que haya podido emitir la orquesta de “Lobo y Melón”, resonarán a no dudarse con todo su vigor en Johannesburgo, y como consecuencia de ello en el planeta; y, por lo que a mi respecta, mucho me complace haber contribuido, así sea modestamente, en promover la presencia de México en tales latitudes rememorando la augusta figura histórica de Gaspar Yanga.

albertoperalta1963@gmail.com

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.


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