LE LLAMABAN «GENERAL»

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Madrugaba cada día. Dejaba la casa arreglada, y partía al trabajo en el tren que une su pueblo con la mole de ciudad.

Desde su mesa, en la oficina, podía ver las piernas interminablemente bellas de una de las administrativas. Cuando se levantaba para trasladar una documentación, o para ir al baño, se tropezaba invariablemente con una mujer que, invariablemente, llevaba el escote bien bajo, dejando a la vista sus «tetas», en lo que más sugerente y tentador podíase palpar con la vista de las mismas. Una vez terminada la jornada laboral, antes de salir por la puerta del edificio, se topaba de bruces con una mujer de pantalones ceñidos, donde las curvas del cuerpo femenino eran sendas seguras al Paraíso, y entre las piernas, los pantalones ajustados al extremo, aseguraban un abismo siempre lleno de misterio y de húmedo deseo.

En el camino para tomar el tren, de vuelta ya a casa, tenía que pelear con los ojos de cisne de una princesa morena, y también con los ojos, tipo rubí, de una rubia desgarbada, pero de pechos generosos. Mientras abría la puerta del hogar ansiado, la vecina se hacía la encontradiza: una muchacha soltera, abonada a las minifaldas, que siempre se despedía con un: «Hasta luego, cualquier cosa que necesites…», mientras clavaba sus profundos ojos azules, con las pestañas cargadas de rímel, en los ojos cansados de nuestro hombre.

En el barrio le llamaban «el General», porque todos sabían de su lucha muda y ciega. Muda, porque era silenciosa, porque se sabía todo, pero nadie hablaba de ello. Ciega, por lo visceralmente extrema y desmesurada, sin sentido ni justificación, sin ver la libertad ni los derechos.

Le llamaban «el General», porque su voluntad y su amor eran Ejércitos poderosos, que se defendían heroicamente del sitio al que era sometida su fidelidad hacia otra mujer que le esperaba en casa cada día: conectaba el aparato de música, y las notas melosas y románticas conducían su pluma sobre el papel, dibujando en sus versos a un amor de otro tiempo, a un amor que una tarde de invierno, desapareció de su mirada tierna, como la de un perro fiel que es abandonado por su dueño, pero que la esperanza mantenía enamorado en el recuerdo.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,1 de septiembre del 2023

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.


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