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El candidato a la presidencia del Gobierno de España, D. Alberto Núñez Feijóo, ha dejado claro que no va a asumir las ambiciones de los independentistas vascos y catalanes, de cara a una negociación en la que estaría muy comprometido el futuro de España, tal y como la conocemos en la actualidad, es decir, la España constitucional de 1978, fruto de la heroica transición a la democracia, enmarcada oficialmente entre los años 1975 y 1978.
Actitud tremendamente responsable, y patriótica, la del candidato de la derecha española, el señor Núñez Feijóo, que contrasta con la postura del candidato de la izquierda, el señor Pedro Sánchez Pérez-Castejón, que ha preferido obviar la mano tendida para la unidad, que le ha ofrecido el señor Feijóo, y está dando cauce a un proceso negociador con los independentistas, del cual desconocemos con exactitud a dónde nos conduciría, pero con bastante probabilidad, debemos de vaticinar que a una enorme complicación para la sociedad española en su conjunto, aunque el señor Sánchez consiguiera aposentarse de nuevo en el poder, después, todo hay que decirlo, de perder las últimas elecciones generales a la presidencia de España, que solo este pacto con los independentistas puede conseguir revertir, de manera legal, pero injusta y sin ética.
En teoría, y teniendo en cuenta las cartas que han puesto sobre la mesa negociadora los independentistas, cualquier resultado positivo de cara al apoyo para que Pedro Sánchez, sea investido como presidente del Gobierno español, pasaría por una reforma de la actual Constitución de 1978, de manera que se pudiera producir el acomodo que los independentistas están demandando, para la independencia del País Vasco, y de Cataluña, actuales Comunidades Autónomas españolas. Dicho acomodo, probablemente, pasaría por una primera fase de federalismo, con lo cual llegaría el fin de la Monarquía parlamentaria actual, que daría lugar a una segunda fase posterior, en la que se produciría la independencia de facto de estas dos regiones españolas.
Lo que a mí, personalmente, más dudas me ofrece todo este embrollo en el que nos quieren meter ambiciones muy particulares de amor por el poder, es el nivel de legalidad democrática que comportaría todo este proceso que se está negociando. Y las dudas me vienen por la lógica de juicio hacia las dos últimas legislaturas en las que ha gobernado como presidente, el señor Pedro Sánchez, con el apoyo de estos mismos partidos independentistas, que ahora nos condicionan a todos los españoles, constituyendo un porcentaje de votantes nimio y absurdo, que la ley del sistema D’hont, de adjudicación de escaños, convierte en algo desmesurado en el contexto de toda la nación.
La lógica de los últimos Gobiernos del señor Sánchez, de la que hago mención, nos llevaría a pensar que se le va a guardar muy poco respeto a la voluntad de los españoles, en su conjunto, y que tampoco se van a seguir cauces de pleno Derecho, como sería lo deseable en una democracia y en un Estado de Derecho, ya que las decisiones políticas del último presidente español, han rezumado tiranía y manipulación, en muchas de las aristas por las que pudieran ser juzgadas. Este es el estilo de gobierno que ha demostrado el señor Sánchez, y de ahí nuestras dudas, muy serias y penosas, a todas luces.
España, pues, se asoma a un abismo, que nos está contemplando desde su profundidad. Un abismo histórico, con el solo precedente de lo que supuso para la nación, la independencia de los amplios territorios de América, en una época de infortunio gubernamental, parecida a la actual, con un rey, Fernando VII, que, haciendo gala de una torpe tiranía, y de un talante absolutista trasnochado, gestionó de manera nefasta aquel momento histórico, del que se podrían haber sacado unos beneficios, de los que hubiéramos disfrutado toda la comunidad hispana en el mundo, y, sin embargo, los réditos fueron muy perjudiciales, y todavía hoy lo pagamos.
FRAN AUDIJE
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