Escucha el artículo.

Tiempo de lectura 3 minutos.

Por: Raúl jiménez Lescas

Morelia,Michoacán, 10 de septiembre del 2023

Tenía 14 años cuando Salvador Allende y la Unidad Popular ganaron las elecciones en Chile. No me enteré sino años después. En 1970 sólo me interesaba el mundial de fútbol en México y tenía una camiseta no con la figura de Allende sino de “Juanito”, símbolo del mundial “México 70”. Así que para que adorno mi historia.

Pero cuando llegué en 1978 a la Facultad de Economía de la UNAM, conocí a algunos chilenos que estaban exiliados. Uno de ellos fue mi compañero de grupo, por cierto el Grupo 4 de la Facultad. Él me habló del golpe de estado de Pinochet y del gobierno de la Unidad Popular. Como era “trotsko” pues había leído a Luis Vitale, así que estaba a tono con sus relatos. Le decía a mi compañero chileno: no armaron al pueblo, no permitieron que se desarrollaran los “cordones industriales”… Y siempre me miró con signo de interrogación. ¿Cómo sabes tanto de Chile si ni siquiera estuviste ahí?

Así era mi Círculo de Estudios de la UNAM (Rafa, el Fisgón era un entusiasta de los círculos de estudio). Estudiamos mucho la experiencia chilena como la Revolución Boliviana de 1952 y, obvio, la cubana de 1959. Éramos expertos en la Revolución Soviética de 1917, pero, como buenos “eurocéntricos” no estudiamos la grandiosa Revolución Mexicana hasta que Adolfo Gilly nos dio charlas sobre su “Revolución Interrumpida”.

Un día no sé sí de 1979 o 1980 vino el grupo chileno Inti-Illimani a dar un concierto en la Sala Netzahualcóyotl de la UNAM. Ahí estuvimos sentados mi compañero chileno y yo, gozando de la música y la resistencia chilena. Confieso que siempre fui rockero así que el nuevo canto latinoamericano no era de mis preferencias musicales, pero a partir de ahí, valoré mucho esa música, incluso fui varias veces a la “Peña” que estaba en la glorieta del metro Insurgentes. Otro día de aquellos años fui a la Casa de Chile en México, creo que estaba en la Avenida Universidad. Claro, siempre fui a comprar libros a la librería Salvador Allende de Copilco, donde además, se tomaba buen café. Así que buena parte de mi vida estudiantil en la UNAM fue muy cercana al exilio chileno. El papá de mi compañero fue del Partido Comunista, así que no me veían muy bien por “pinche trotsko”, pero la amistad rompe esas barreras ideológicas y dogmáticas de nuestra izquierda.

Después conocí a colegas chilenos en Buenos Aires, Argentina… nunca pude darle la razón a los chilenos o argentinos que debatían sobre el vino o el fútbol. Apenas sí tomaba vino y de fútbol, pues siempre me callaba, porque nuestra 3 veces heroica Selección Nacional no ha hecho buen papel en los mundiales desde el primero en Uruguay en 1930.

Ahora he vuelto mi amistad con los chilenos, no por el 50 aniversario, sino porque somos parte de la Unión Internacional de Sindicatos del Transporte de la Federación Sindical Mundial y, en América, la coordina un chileno, el colega Ricardo Maldonado que también era muy joven cuando ocurrió el golpe de Pinochet, pero sufrió la dictadura de 17 años.
Siempre he comido chile y siempre lo haré, pero también seré amigo de Chile.

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.