SOBRE LA ENVIDIA

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La envidia es un sentimiento bastante generalizado, e, incluso, podríamos calificarlo de normal. No tiene porqué ser malo o dañino, sentir envidia de alguien o de algo, siempre que tal sentimiento se reduzca a nuestro fuero interno, sin que desencadene mayores consecuencias negativas hacia el objeto que es envidiado, ni hacia cualquier otra realidad relacionada con esa envidia.

Cuando puede constituirse la envidia en algo ofensivo o agresivo, hacia el otro, es el momento en el que estaríamos hablando de que este sentimiento en cuestión, se transforma en un arma, o en un soporte armamentístico, que estará sirviendo como perjuicio social, además de hacer daño al objeto que es atacado por la envidia concretamente.

Cualquier menoscabo en alguien particular y determinado, que merme las facultades o posibilidades de aportación al conjunto social, estaría causándonos un perjuicio generalizado a todos los integrantes del cuerpo social. La sociedad se nutre de lo que cada uno de sus integrantes somos capaces de aportar, por tanto, cualquiera que reste en su participación al funcionamiento de la prosperidad social, causa un daño a la sociedad, que puede ser más o menos perceptible o importante.

Cuando la envidia se generaliza en su vertiente ofensiva, cualquier sociedad con esta desgracia, se condena solita a la mediocridad, y al renuncio de poder hacerse más grande, y mucho más influyente en la comunidad de sociedades a la que pertenezca. A menudo, la envidia ofensiva actúa como un listón, dispuesto por los caciques y tiranos dominantes, que se prohíbe sobrepasar a nadie, precisamente para evitar que los mediocres se sientan abrumados ante la pujanza de otros integrantes, que pudieran destascar con un brillo digno de despertar envidias.

Como se deduce de todo lo expuesto, merecería hacer un esfuerzo en la sociedad, por establecer planes educativos que tuvieran en cuenta la capacidad de dominio de cada cual, ante sentimientos como la envidia, ya que puede ser tan dañino como el odio o el rencor, otra clase de pasiones, que se conectan e interrelacionan con la envidia. Si aprendemos a identificar nuestras pasiones más agudas, y nos enseñan a encauzar la energía negativa que traen como consecuencia, podremos lograr maravillas, puesto que, de ir a vengarnos, a lograr una gestión que nos ayude a redirigir tal energía hacia un fin mucho más noble, como sería que nos tomáramos el éxito ajeno como enseñanza, va un abismo que distingue la libertad del esclavismo, y la prosperidad de la pobreza.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,3 de octubre del 2023
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.


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