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El análisis histórico del conflicto entre palestinos e israelíes, probablemente nos sitúe en otro escenario causal, muy diferente del que se ha apuntado en tantas ocasiones, de ser debido a motivos religiosos, por las diferencias entre los judíos y los musulmanes. Más allá de causas culturales religiosas, que alguna influencia podrían ejercer, surge otra posible razón para una guerra tan duradera y sangrienta, al tiempo que tan influyente en la comunidad internacional, no siendo esta otra que la nacionalista, a la que consideramos con bastante intensidad en la responsabilidad del conflicto palestino-israelí.
El territorio palestino, ha sido cuna y albergue de las tres culturas que beben de las Escrituras Sagradas. Tanto judíos, musulmanes, como cristianos, han habitado palestina desde la misma génesis de sus culturas y religiones, sin mayores problemas de convivencia entre las mismas. Solo el factor desequilibrante de la intervención extranjera en aquellos territorios del Oriente Medio, como fue, primero el Imperio Romano, después el Imperio Otomano, y, posteriormente, las potencias europeas británica y francesa, ejerció de trastorno para la convivencia, ya que provocaría la rebeldía de los judíos, ante todo, que fueron expulsados de estos territorios como castigo, infligido por los romanos, iniciando en aquella época la diáspora que los dispersó a lo largo y ancho del mundo.
Una vez asentados los judíos en otros territorios y naciones, ante todo de Europa, los mismos nunca consiguieron encajar plenamente, y fueron paulatinamente expulsados de las diferentes naciones europeas.
La ambición de británicos y franceses, por deshacer el dominio del Imperio Otomano, llevó a la declaración Balfour, con los judíos, y al pacto de McMahon con los árabes, llevados a cabo astutamente, con fines de lograr el apoyo de ambos, pero sin intenciones reales de cumplir las promesas de otorgar aquellos territorios a los árabes o a los judíos, para, finalmente, repartirse aquellos territorios entre Francia y Gran Bretaña. Este hecho relatado, desencadenó el interés de ambos bandos, por establecer su poderío nacionalista en la zona, que, de momento, habían ocupado los europeos.
El nacimiento del sionismo, a principios del siglo XX, movimiento judío que buscaba establecer un territorio donde fundar el Estado que albergara a los judíos de todo el mundo, con las miras puestas, como es lógico, en la Palestina de sus orígenes, dio inicio a la emigración de judíos hacia Palestina, donde comenzaron a asentarse comunidades de colonos judíos, también combatidas sangrientamente por los árabes, que ya contaban con una conciencia de nación, y, por tanto, nacionalista.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la creación de la Organización de Naciones Unidas, impresionada por las barbaridades del Holocausto judío en la Alemania Nazi, hizo que esta se planteara decididamente, la creación de una nación judía, como beneficio a un pueblo tan castigado, que debía encontrar la paz en un lugar donde fuera capaz de marcar su propio designio.
De tal manera, los territorios palestinos, albergue y origen de judíos y palestinos, fueron divididos en dos Estados, repartidos entre sendos pueblos, para dejar Jerusalén en territorio internacional, al mando de la ONU, debido a su especial significado multicultural y religioso. Sin embargo, nada más abandonar los británicos el mando de Palestina en 1948, y proclamarse el Estado de Israel, comenzaron los enfrentamientos, ya no solo entre los palestinos y los israelitas, sino entre todos los pueblos árabes de la zona limítrofe, que acababan de formar sus Estados, igualmente, contra el nuevo Israel que se acababa de constituir.
La historia del Estado de Israel, que tuvo su arranque en el sionismo, está marcada por la guerra constante con los países árabes, en una sucesión de conflictos gravísimos: Guerra de los Seis Días, atentado de los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, Guerra del Yom Kippur en 1973, Intifada de 1987, Intifada de 2000, Operación israelita de Plomo Fundido… Entre toda aquella sangre violentamente derramada, se granjearon esfuerzos de paz, como las conferencias de Camp David, o la Conferencia de paz de Madrid, y surgieron movimientos como la OLP de Yaser Arafat, la autoridad palestina de Mahmud Abbas, o la organización terrorista-militar de Hamas, cuyo liderato recae actualmente sobre Ismail Hamiya, constituido en líder fuerte contra el actual Israel de Netanyahu.
Traídos estos datos históricos a modo de esbozo, parece que se podría derivar un análisis, que hace más propio del nacionalismo, tanto árabe como israelí, que de lo estrictamente religioso, una explicación para la crudeza, y la persistencia de esta guerra, por ahora imparable, y que tantas repercusiones desequilibrantes ejerce en el mundo.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,15 de octubre 2023
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