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Eledubina Becerril Rodríguez. Autora y colaboradora UP.
Estado de México, 9 de noviembre del 2023
Este texto originalmente apareció en el número 39 de la revista Unidad Parlamentaria el 07 de agosto del 2020.
La propuesta reaccionaria y contestataria del hombre de Tiananmen, pasa a engrosar la iconografía de la humanidad, como un momento pocas veces visto y aún registrado para la posteridad, que llega a nosotros como un símbolo contundente y rotundo, sin necesidad de palabras o de sonido, nos refuta, exhibiendo en nuestro rostro, golpeándonos la mirada, para señalarnos cual es el punto que nos falta en la reflexión.
El hombre captado y capturado en el recuerdo fotográfico, en la plaza de Tiananmen, durante las protestas de 1989, en la República Popular China, nos cuestiona como observadores ante un pedimento por la PAZ, desde un nivel tan local como internacional.
El llamado » hombre del tanque» o «rebelde desconocido», logra con su sola presencia, la misma intención que la paloma o la bandera blanca: la búsqueda de una paz duradera para el mundo, que aún tenemos como prórroga de la utopía.
Ya nos lo dicen las páginas de León Tolstói a lo largo de su célebre » GUERRA Y PAZ: «-Todos piensan en cambiar al mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo-«, y con toda esa razón, miramos al hombre de Tiananmen, cambiándose a sí mismo, transformándose en el guerrero silencioso, que desea detener el paso de los tanques, aún a costa de su libertad y su vida.
En uso y alusión también de las palabras del filósofo y general chino Sun Tzu: «-El supremo arte de la guerra, es someter al enemigo sin luchar-» –El arte de la guerra–, e igualmente con el encuentro del arte del AIKIDO –disciplina del japonés Morihei Ueshiba que imprime todas las voces y conocimientos de la guerra hacia la paz, con esta frase:
«-Tu espíritu es el verdadero escudo-«.
Cercano a todos los temores humanos, siempre ha sido el miedo a la guerra, visible de la manera más trágica en Hiroshima y Nagasaki con el Enola Gay llevando a bordo a «Little Boy» ( la bomba de uranio que explotó a las 8:15 el 06 de Agosto de 1945), y cuyo hongo de humo sólo fue el prefacio del escombro de las Naciones, para devenir en el asombro de las civilizaciones, que nos pone a pensar puntualmente:
¿si, es necesario tener una o más guerras? Para remediar lo irremediable.
Los costos cuantificados acerca de las pérdidas humanas, claman desde la tierra, pidiendo el fin de los conflictos bélicos entre las Naciones, nosotros mismos traemos arraigado ese sentimiento desde que nacemos, donde a lo largo de nuestras vidas, solo pedimos paz y un alto a las guerras.
Ernest Hemingway hace una intersección en su novela «Adiós a las Armas»:
«- Si nadie atacara, la guerra terminaría-«.
O la Baronesa Bertha von Suttner que en su momento fue llamada » Generalísimo » por su activismo y movimiento en favor de la paz, nos deja como legado la mejor frase a título de su novela: «ABAJO LAS ARMAS», para que recordemos que la guerra nunca será la opción.
En todos los extremos de la tierra establecido está que arma es todo aquello que haga daño al otro –dentro o fuera del campo de batalla– sea esto con la palabra en forma de insultos o con todo objeto que sea manipulado, para este fin.
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