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Existe la conocida como «violencia de género», que resulta cuando se producen agresiones físicas o psíquicas, contra una persona, atendiendo a su situación de debilidad o desventaja, generalmente referida esta violencia, a la que se produce en las relaciones afectivas o de pareja, siendo la mujer, normalmente, la víctima de este tipo de violencia, por la simple razón de que se trata de agresiones motivadas en una gran medida por motivos de género femenino, más débil en cuanto a la fuerza física, y, por lo general, considerado como especialmente vulnerable.
Sin embargo, no solo existe este tipo de violencia, donde la mujer suele ser protagonista. La mujer también adolece de una enorme vulnerabilidad en cuanto a su sexualidad, pues su atractivo para los varones es de gran intensidad, y sabemos que, en bastantes ocasiones, este atractivo por el que se siente atraído el varón, desborda toda regla de ética y de moral, y se cae en la búsqueda de relaciones fuera de la pareja, cuando no se hacen hábito las relaciones fuera de compromiso y en promiscuidad. Al existir este tipo de demanda por parte masculina, se produce la respuesta de provisión, en un mercado de mujeres que se prestan a estos servicios remunerados. Estamos hablando de la prostitución.
Si alguien cree que la prostitución es un gusto para quienes la practican, mujeres por lo general, se equivoca en un alto grado de casos, y se puede considerar claramente como una agresión violenta este tipo de relaciones, que pasan a ser un modus vivendi para las prostitutas, pero un modus vivendi sumamente denigratorio, y con consecuencias de exclusión social, además de la exposición a enfermedades graves, no solo de carácter venéreo.
El círculo vicioso de la prostitución es, a menudo, muy difícil de romper, una vez se ha entrado en el mismo, ya que este mercado es controlado por mafias perfectamente organizadas, que explotan a las mujeres como si fueran ganado animal, al tiempo que las mismas son tratadas como verdaderas esclavas sin derechos. A las situaciones verdaderamente denigrantes, y hasta repugnantes, en las que el sexo de la mujer se convierte en un objeto de uso público, a semejanza de los urinarios y sanitarios, empleados para otro tipo de necesidades fisiológicas, hemos de unir el trato vejatoria dentro del entorno laboral, que las convierte en sangrantes esclavas.
El colmo de todo este despropósito de la violencia prostitutiva, es que caigan en las redes de las mafias de la prostitución y de la trata, no solo mujeres maduras, sino también menores, de las cuales, en casos desesperados en el tercer mundo, pero también en el primero, las niñas son vendidas a las mafias, con tal de deshacerse de bocas a las que alimentar, y en la falsa esperanza de un futuro mejor para ellas, que acaban infectadas de SIDA, y cruelmente abandonadas hasta su muerte.
La violencia prostitutiva, es, a todas luces, una injusticia de dimensiones estratosféricas, que destruye a la mujer lentamente, y la anula en su derecho a prosperar socialmente. En nuestros días, debido a la relajación que se ha producido en la moral sexual, es posible que se lleguen a confundir, las relaciones normales de una sexualidad alegre, digamos, con una prostitución solapada o encubierta, ya que la mujer podría estar siendo utilizada a modo de alivio de necesidades fisiológicas sexuales, estando, en este caso, muy difuso el límite entre sexualidad y prostitución.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,27 de noviembre del 2023
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.
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