UNA LLAMADA DE ATENCIÓN A LOS PODEROSOS

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Es frecuente entre los gobernantes, la creencia de que aquellas fechorías que permanecen ocultas, es como si no estuviera mal hacerlas, que todo aquello susceptible de permanecer en el anonimato, les es lícito llevarlo a cabo, por mucho daño que pudieran estar haciendo o haber hecho.

Ante dicha consigna de actuación del poderoso, debo salir al paso, como Pepito Grillo, para decirles al oído de la conciencia, que cualquier país o nación, nunca merecerá gobernantes sin escrúpulos morales ni éticos, por muchas cualidades que posean para mantener a la gente distraída de lo que verdaderamente cuecen, y por muchas cualidades que posean para hacer creer a la gente cosas que no son. Cualquiera que necesite para cumplir su deber, a un policía que le vigile, está dejando patente su falta de madurez. Pero si el que necesita ser vigilado para cumplir su deber, es alguien con responsabilidades públicas, entonces estamos, no ya ante una falta de madurez, sino ante un criminal maduro, cuyo propósito es engañar sobre su gestión, y solo si colocáramos una Espada de Damocles sobre su cabeza, sería capaz de hacer un buen papel, o todo lo que la ciudadanía espera de él.

En un país, o en una sociedad, nadie debería ser marginado ni hundido en el ostracismo, porque nadie se merece que le ninguneen, y mucho menos, cuando se trata de personas que hacen una labor participativa y aportadora de positividad para el conjunto. En bastantes países desarrollados, está en boga la comprensión hacia las personas que van a la cárcel, pues se cree, desde la teoría humanizadora del Derecho, que el sistema margina a estas personas involuntariamente, y que merecerían una oportunidad de reinserción en la sociedad, por mucho que hayan llevado una actitud dañina hacia la misma, en una forma de corregir la dureza del sistema sancionador penal. Estoy de acuerdo con dicha corriente humanizadora y comprensiva con el delincuente, pero dejemos la hipocresía y la mentira a un lado, porque muchos de esos delincuentes, son consecuencia de malas prácticas políticas, y existen casos muy canallas, en los que el delito es una trampa inventada para cazar a determinados ciudadanos, por puro capricho y por pura maldad.

Algo que hacen con frecuencia los gobernantes de las naciones, es perdonar a los de su cuerda, dejando inhábiles situaciones penales, incluso de cierto rigor, que supusieron una alarma o un escándalo social. Sin embargo, cuando se trata del rival político, o de cualquiera a quien no consideran lo suficientemente afín, van a por él, y cargan contra su persona, de la manera más inmisericorde que podamos imaginar. En política, las persecuciones no son un mito, ni una leyenda, sino algo real, que sucede, en ocasiones de manera cotidiana, lo cual resulta vergonzoso espectáculo, y lamentable comportamiento de unos cargos que fueron elegidos para funciones muy distintas.

Una nación, cualquier sociedad, nunca se merecerá a políticos comediantes, dedicados a simular lo que no hacen, porque no les da la gana, o porque no saben hacerlo. La falta de claridad en la política es condenable, porque el poderoso que oculta algo, o que genera circunstancias opacas, podría estar maquinando procesos dañinos y perjudiciales para su pueblo, o para una parte de su pueblo. Nos merecemos a los mejores allá arriba, y, para ser el mejor, no solo es necesario entender de lo que se tiene por delante, sino, además, y muy importante, llevar una actitud de positividad y buena fe. Las malas personas, no sirven para construir la paz y la justicia social, por mucha labia que tengan. Un político con gran locuacidad y capacidad de persuasión, se convierte en un charlatán y en un estafador, si va con malas intenciones, y si carece de ética y de moral a la hora de actuar.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,1 de diciembre del 2023
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.


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