España es, por tradición, un país violador de los derechos humanos, desde la ancestral institución del Santo Oficio, organización judicial y punitiva, con fines persecutorios de todo aquel que osara cuestionar de cualquier forma o manera, el poder de la Iglesia católica, a cuyas directrices se plegaba el poder político de los reyes absolutos, o bien, al contrario, la Iglesia se plegaba a la voluntad política, asumiendo cualquier tipo de voluntad caprichosa de la misma, por descabellada que esta fuera.
En nuestro tiempo, seguimos en un plan similar, a pesar de la democracia, pero empeorando el panorama si cabe, porque, ahora, lo que tenemos es una legislación justa, en cierto modo, pero que es solo una fachada o comedia, de lo que verdaderamente se cuece en las alcantarillas del poder, el cual ha aprendido a legislar con apariencia de justicia, pero haciendo la trampa que permite llevar a cabo la injustica que se cocina en el antro corrupto de la política.
En los tiempos de la tiranía del Santo Oficio, al menos sabías con certeza a lo que te podías atener, ahora todo depende de los caprichos siempre depravados, provenientes de las alcantarillas del poder, capaces de mover las leyes con barnices justos que nos rigen, de manera que el honrado pueda ser perseguido, sin mayores consecuencias para la mafia corrupta que gobierna nuestros designios ocultamente.
Estamos hablando de una gran precariedad en cuanto a Seguridad Jurídica, porque esta ya no depende de criterios judiciales y jurídicos, sino de lo que mande este nuevo Santo Oficio solapado bajo los sótanos del aparato del poder. Y no hablamos por hablar, sino desde la experiencia, y desde la evidencia de que los órganos judiciales en España, como el Tribunal Supremo, o el Tribunal Constitucional, son elegidos a dedo por los políticos. Incluso, se habla públicamente desde la prensa, de jueces de izquierdas y jueces de derechas, en lo que es un síntoma claro de la politización del Poder Judicial.
Estamos a merced de que se quiera institucionalizar la injusticia, sin que pase absolutamente nada, porque el nivel de adoctrinamiento de la ciudadanía ha pasado a niveles preocupantes, hasta el punto de que, si el líder político cometiera la más terrible de las sinvergonzadas, la parcela que ideológicamente le pertenece, se mantendría callada y con la boca bien cerrada, hasta posiblemente blanquear esa mala conducta, justificándola de la manera más increíble.
La ideología política, la justicia de mayor sentido común, y la ética más elemental, han pasado a estar en función de la conveniencia de los líderes políticos, capaces de mantener un discurso en apariencia coherente, pero completamente contradictorio con las obras que, posteriormente, llevan a la práctica, sin que, por otro lado, nadie, o muy pocos, se cuestionen lo que ocurre, en un fenómeno que guarda similitudes con lo que podríamos denominar: la diosificación del líder, o elevación del mismo a su constitución en dios.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,21 de diciembre del 2023
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
