Realmente, los límites entre la locura patológica, y la cordura, a menudo son difusos, y se prestan a la intuición y ojo clínico de los profesionales de la medicina, a pesar de que puedan estar perfectamente descritos y delimitados en la teoría.
El psiquiatra español Vallejo-Nájera, en su novela histórica sobre el breve y accidentado reinado de José Bonaparte, pone en el juicio del mismo sobre los españoles, que estos son un pueblo de dementes, debido al rechazo completamente beligerante que estos demostraban hacia el poder impuesto por las armas de su hermano, Napoleón Bonaparte. Y eso que, José Bonaparte, guardaba unos propósitos inmejorables hacia España, en una serie de proyectos que iban a ser en extremo beneficiosos.
Más tarde, llegó la Segunda Guerra Mundial, desencadenada por un personaje muy denostado, que podría encarnar el poder de la maldad en la tierra: Adolf Hitler. Durante los mismos años, otro personaje del bando político contrario a Hitler, causó una de las mayores represiones en la historia de la humanidad, y se dice que murieron ajusticiados en la Rusia soviética, más personas que víctimas causara la Guerra Mundial desencadenada por Hitler.
¿Podríamos calificar a España como un país de locos mentales?. ¿Adolf Hitler, era un malvado, o era un desequilibrado?. ¿Y Stalin, vencedor de la Segunda Guerra Mundial, y que ha pasado por un héroe, no incurrió también en un comportamiento patológico, cuando reprimió tan severamente a su propio pueblo?.
Maldad y enfermedad, siempre en relación con la política, y, en ambos casos, millones de ciudadanos vitoreando una realidad y la otra. Unos a favor, y otros en contra, pero masas enteras entre ambos partidarios, en lo que podríamos calificar de vorágine colectiva, movida y motivada por la locura, o, quizás, por una falta de cordura y sentido común, a veces tan apasionada y obsesiva, que excede los límites de lo equilibrado.
Pero me sigo preguntando: ¿Es lo mismo maldad que locura?. Activar una persecución contra un inocente, y empeñarse en llevar a cabo el mal injustificado que se persigue, contra viento y marea, ¿es un comportamiento maligno, o enfermizo?. ¿Podría ser ambas cosas a la vez, es decir, maldad y enfermedad, al mismo tiempo?.
¿Dónde están los límites de la enfermedad mental, en el ámbito de la política?. Una realidad que parece a salvo de patologías, porque hacemos de los líderes políticos, prácticamente dioses, siendo capaces de seguirlos ciegamente a dónde nos quieran llevar, por mucho que nos conduzcan al precipicio.
Y, nosotros, el pueblo que endiosa a estos personajes, que, tantas veces, nos están estafando sin que seamos conscientes, ¿no incurrimos, igualmente, en una locura patológica colectiva, cuando los apoyamos en sus irracionalidades?.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,27 de diciembre del 2023
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