Amar siempre va más allá de un mero sentimiento, porque el amor, por su propia naturaleza, y por la naturaleza humana, a la que va íntimamente asociado, tiende a salir del corazón de la persona, a la manifestación de su alegría, de su fervor, de su pasión, por el objeto del que está prendado. Si el amor se quedara solo en un sentimiento, forzadamente recluido en el corazón humano, no dejaría de ser amor, claro, pero un amor irrealizado, incluso, un amor abortado, que no ha llegado a su plenitud. Existió, pero no llegó a disfrutar de la vida en el otro, o en lo otro. Algo que no se manifiesta, que no sabemos que existe, es como si no existiera.
De aquí se desprende una necesidad ineludible sujeta al amor: que el amor encuentre una atmósfera ideal para esta manifestación de la que hablamos. Es decir, si no hay libertad para amar, el amor, que suele ser tímido y trata de ser discreto, va a encontrar serias dificultades para retratarse como tal, y, probablemente, acabará ahogado.
La libertad que necesita el amor, no es una idea filosófica de laboratorio, ni una invención del poeta, sino que es algo muy real, que, en la Historia, ha brillado por su ausencia en demasiadas ocasiones. Épocas ha habido, en las que el amor era algo prohibido, en las que los noviazgos y los casamientos, se amañaban entre las familias. Lo podemos ver, por ejemplo, en Romeo y Julieta, de William Shakespeare: los amantes se encuentran en la clandestinidad, y, si revelan su amor, serán perseguidos hasta la muerte. Ya no hablamos solo del amor heterosexual, porque, si mencionamos el homosexual, entonces la cosa está todavía más clara, como bien sabemos todos.
El amor, no obstante, puede encontrar una variopinta cantidad de objetos a los que amar, además de a las personas. Se puede amar, por ejemplo, al lugar donde has nacido, a la nación a la que perteneces. Este tipo de amor, suele ser bastante generalizado, ya que lo normal es que todo el mundo sienta amor hacia la tierra que le es propia. Ya no solo es que sea algo normal, el amor hacia tu país o tu nación, sino que es hasta saludable. Porque, como seres sociales que somos, mantenemos otro tipo de necesidad, la de la convivencia con nuestros semejantes, y tal necesidad solo se hace factible, en el caso de que exista amor social hacia la patria.
El amor social hacia la patria, no es otra cosa que una dote de responsabilidad hacia el mundo que nos rodea. Que cuando vaya al trabajo, cumpla sacrificadamente con mi cometido, y que, a su vez, mi jefe me recompense con un salario digno, que permita mi realización personal y familiar. Que en mi vida familiar y social, sea una persona educada, dadivosa, generosa, respetuosa, tolerante, ya que ello repercutirá en beneficio de toda la comunidad. Que el Estado y sus instituciones, realicen una gestión competente de la cosa pública, de modo que faciliten la vida a la ciudadanía, y a esta le sea posible prosperar en lo económico y en lo personal.
Lo dicho anteriormente, nunca sería posible sin una dosis importante de responsabilidad, de saberse adherido a un contrato de ciudadanía, que me implica obligatoriamente en la causa del país en el que vivo. Causa, por otro lado, que solo va a poder cumplirse con la diligencia deseable, si existe amor en mi corazón por la patria. A su vez, la suma de corazones amando, y amando con responsabilidad a la nación, trae como resultado, el mencionado amor social hacia la patria, posibilitador de la grandeza de las naciones.
En definitiva, podríamos decir que, amar a tu nación o país de procedencia, equivale a amar a cada una de las personas que lo integran, lejos de la mentalidad caciquil de que el mundo debe ser uniforme, adaptado a la manera de ver las cosas que tiene el que ostenta el mando. Las autoridades de las naciones, son las que, en primer lugar, deberían dar ejemplo de amor responsable por la patria: realizando una labor íntegra, sujeta al Derecho, alejada de la corrupción, sin opacidades ni paripés. Con plena consciencia de que, ostentar la vara de la autoridad, no les confiere la propiedad de su feudo, sino un añadido extra de responsabilidad, ya que, de su gestión, depende la vida de millones de personas, que buscan la felicidad, mediante su realización personal y social, cuyas bases corresponde a las autoridades, la concesión de su oportunidad.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,21 de enero del 2024
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