Me propongo escribir estas letras, acordándome de aquellas lecciones elementales que nos daban en el Colegio, y que pretendían enseñarnos a caminar por la vida.
Muy a menudo sucede que nos olvidamos de las cosas esenciales. Es algo natural y comprensible. Los problemas, el trabajo, las circunstancias; son factores que nos pueden desligar de los objetivos fundamentales y reales, para los que hemos venido al mundo. Recuerdo que, en tercero de Educación General Básica, con 8 añitos, aparecía en los libros de texto por primera vez la ley natural de «Causa-efecto». Luego, en los cursos siguientes, incluso en el bachillerato, esta ley elemental y cotidiana, se desarrollaba, y se la relacionaba con otras leyes naturales y físicas, con las que interactúa. Recuerdo que, en un examen, cayó la siguiente pregunta: «Explica lo que significa la Relación Causa-efecto, y pon un ejemplo». La respuesta correcta venía a ser esta: Significa que, cuando sucede cualquier cosa, ese suceso lleva aparejada siempre una consecuencia. El ejemplo que acompañaba la explicación, dependía de la asignatura donde te hicieran la pregunta, porque la Relación Causa-efecto, es una ley que está presente en todos los ámbitos de la existencia. Si la pregunta te la hacían en Historia: España traía de América a Europa muchos productos, como cacao y café, que, a su vez, eran exportados a los territorios bajo dominio de España en Europa. La consecuencia fue que en Europa se desarrolló una industria para transformar dichos productos, que creó una gran riqueza, incluso hasta nuestros días, de la que España no se aprovechó. Si la pregunta te la hacían en Ciencias Naturales: El corazón es un órgano vital para la existencia, si el corazón se para, el ser vivo muere. Si la pregunta te la hacían en Ética o Religión: Hacer el mal es malo, porque me hago daño a mí mismo y a los demás. Etc, etc.
Como podéis ver, es algo muy ingenuo y pueril, pensar que, cuando hacemos las cosas, no va a pasar nada. A veces, sucede un efecto extraño cuando hacemos algo: que en unos primeros momentos no se nota, o no se nota demasiado, el efecto de lo que hemos hecho. Pero después de un tiempo sí que se nota, y en la misma medida de la magnitud de la causa.
Nos podemos engañar pensando que, mientras engañemos a los demás, estamos salvados. Eso, como digo, es un engaño, sobre todo, a uno mismo. La sabiduría popular dice, por las enseñanzas prácticas de la vida, que «Las mentiras tienen las patas muy cortas». El que en un momento dado disfruta de alguna injusticia, tendrá que pagarlo en el futuro. No porque lo diga yo, sino porque lo dice la experiencia, por lo menos. El bien con bien se paga, y el mal con mal se paga; antes o después.
Es de cajón de madera de pino, que si se dispara contra el corazón de una persona, se le causa la muerte por necesidad. Se puede disparar con una pistola, y se puede disparar con persecuciones y disgustos. En ambos casos la estaremos asesinando, aunque el término jurídico de «Asesinato», esté solo ligado a las lesiones físicas.
La política Rita Barberá, falleció el verano pasado por un ataque cardiaco, en medio de un gran acoso mediático y político contra su persona. Adolfo Suárez, expresidente del Gobierno español, padeció de Alzheimer, después de tener que soportar un cúmulo de desgracias familiares. En ambos casos, que fueron especialmente sonados, los médicos relacionaron sus dolencias, con causas externas y psicológicas.
Señores, no somos de piedra. Somos de carne y hueso. Si nos clavan un puñal, nos hacen daño, y nos pueden llegar a matar. Al que le trae sin cuidado el daño que hace a los demás, realmente lo que tiene es un corazón de piedra, y no se da cuenta de que también se está haciendo daño a sí mismo, porque las piedras son insensibles al dolor, al ajeno y al propio.
Esta es la gran enfermedad de las sociedades modernas: la gran insensibilidad que hay. Como decía el Papa Francisco: «La sociedad está como anestesiada». Y el efecto es que nos vamos a caer por el precipicio, sin darnos mucha cuenta.
FRAN AUDIJE
Madrid,España, 23 de enero del 2024
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