En contra de lo que muchos creen, la Ley de Vagos y Maleantes, también conocida como «La Gandula», fue una iniciativa legislativa impulsada por la izquierda política durante la Segunda República española, con la intención de prevenir la comisión de delitos, atajando los mismos mediante el internamiento en campos de trabajo, de cierta calidad de personas, sin oficio, o con ocupaciones como el proxenetismo o la prostitución, todas ellas consideradas como caldo de cultivo de una futura criminalidad.
El régimen franquista, posterior a la Segunda República, no derogó esta ley, pero amplió el espectro de su efectividad, sancionando como digna de persecución a la homosexualidad, bajo la pretensión de rehabilitar a los homosexuales, por considerar que padecían una enfermedad psiquiátrica. La ley de Vagos y Maleantes, sufrió una serie de reformas, hasta su completa derogación, ya dentro del periodo democrático, en 1995.
El sentido de cualquier ley, es siempre la regulación de una incidencia o problemática, que está teniendo lugar en la sociedad, por lo que suponemos que, en la época de vigencia de la ley que tratamos en cuestión, se veía como necesario tomar cartas en un asunto que se debía ver como preponderante. En nuestros días, debido a que la mentalidad de los españoles ha evolucionado desde entonces, ya no vemos muchos de los comportamientos que preveía la Ley de Vagos y Maleantes, como dignos de ser tipificados o perseguidos, ni siquiera poniendo como excusa la prevención delictiva.
Sin embargo, me gustaría poner de manifiesto una cierta realidad que observo en la España de nuestros días, y que podría significar una nueva toma de conciencia respecto al tema de la moda de no hacer nada, ni dejar que otros lo hagan. En este sentido, recordemos aquellas palabras del poeta de la Generación de 1898, Antonio Machado: «En España, de cada diez cabezas, nueve envisten, y una piensa».
En España existe una creciente clase de ciudadanos, que tiene una gran parte de su tiempo ocioso o desocupado, entre estudiantes, parados, jubilados, y un ingente número de personas que están de baja laboral, por diversas razones, y cobrando una pensión. Todas estas personas sin una obligación que les ate al cumplimiento de un deber cotidiano, aunque conozco casos de personas que se buscan actividades sanas de ayuda a los demás, en múltiples casos, se concentran en la realización de temas que no son, ni productivos, ni edificantes para la prosperidad de una nación, desde la prostitución, hasta otro tipo de ocupaciones que giran en derredor del crimen organizado.
«Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo», dice el refrán. Vivimos en un país con predisposición a las fiestas y a las celebraciones, las cuales, en más de uno y de dos casos, degeneran en la juerga y en los excesos. Lo mismo pasa cuando se tiene mucho tiempo libre, que es fácil pasar de un orden vital, a un desorden, e, incluso, a un caos. La figura tan española de los cotillas y de las marujas, son un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando el tiempo se vacía de ocupaciones. Y recuerdo aquella afición española de la conspiración política, tan frecuentada por los militares, al menos durante una buena parte de nuestra historia, en la que los Golpes de Estado, estaban a la orden del día, coincidiendo, precisamente, con periodos de paz exterior.
Explicaba San Agustín en La Ciudad de Dios, que la decadencia del Imperio Romano, comenzó con una ausencia de enemigos externos a Roma, lo cual relajó la guardia del orden interno en el Imperio, degenerando en corrupción política, que se fue contagiando a la sociedad, hasta convertirse en algo cultural, y en la causa de que una de las grandes potencias militares de la humanidad, se dejara invadir por un enemigo, en teoría, inferior.
La similitud con nuestro actual Imperio Occidental, es absoluta, ya que estamos comprobando cómo tras el final de la Guerra Fría, se ha comenzado a detectar una ligera decadencia, que nos vuelve a traer el recuerdo de que, la falta de ocupación, conlleva, en ocasiones, ocuparse con cuestiones que no son edificantes, y que podrían provocar una degeneración, tanto en los individuos, como en los Estados.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,10 de marzo del 2024
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