EL INJUSTIFICADO GLAMOUR DEL PODER

Los niños, que tienen todo el futuro por delante, y ven la realidad de manera bastante idealista, cuando se ponen a pensar lo que les gustaría ejercer de «mayores», tienden a gustar de aquellas profesiones u oficios, con halos míticos y románticos: Quieren ser médicos, porque salvan vidas; quieren ser magistrados, porque deciden con justicia meter a los malos en la cárcel; quieren ser pilotos de combate, porque es muy chulo pilotar un avión, y ser un héroe militar; quieren ser futbolistas, para meter goles y triunfar en el deporte; y, también muchos, quieren llegar a ser presidentes del Gobierno de la nación. En este último caso, me pregunto, ¿por qué?.

Sin duda, el que posee la capacidad de decidir sobre algo, adquiere una responsabilidad, pero también se transforma en punto de atención y de interés. Lógicamente, no es lo mismo decidir sobre si comer un helado de chocolate, o de vainilla; que decidir sobre el colegio donde han de estudiar nuestros hijos; que decidir entre declarar la guerra a otro país, o permanecer neutral. Hay decisiones en la vida, que pueden ser muy importantes, pero las decisiones que afectan al futuro y al bienestar vital de los demás, son las que se llevan la palma en importancia, sin discusión. Y cuantas más personas se vean involucradas en esas decisiones, estas van adquiriendo, gradualmente, mayor transcendencia.

Creo que este es el halo mítico y romántico, que perciben los niños en los presidentes de las naciones, o en los políticos. Y, además, sería una buena definición de lo que es la función política: La capacidad delegada que adquieren los representantes de los ciudadanos de una comunidad o nación, para decidir sobre las líneas generales de actuación en la sociedad. Es decir, que las decisiones políticas afectan a millones de personas; y tales decisiones pueden ser de una gama muy amplia y variada, de manera que condicionan determinantemente, las condiciones de vida de todos los ciudadanos, logrando que puedan ser felices o desgraciados.

Pero, si los adultos no somos ingenuos, ni nos queremos engañar, sabemos que la política acostumbra a ser una farsa. Da una cara atractiva, que podemos ver todos, o que pueden ver los simpatizantes de esa ideología, pero suele ocultar otra realidad. Y esa otra realidad es ocultada, porque no sería aceptada, si se dejara ver. Hitler o Lenin, dos grandes ideólogos políticos, fueron seguidos por las masas, presentando unas ideas y unos proyectos, que prometían la victoria y la grandeza de Alemania, y de los obreros, respectivamente. Luego hemos sabido, que engañaron a sus pueblos, presentando una realidad muy halagüeña, que ocultaba el fracaso, que se hizo latente después, cuando ya no había solución para el desastre.

Han existido grandes líderes políticos, que, defendiendo una forma de vida, aparentemente loable para muchos, luego han sembrado el caos y la tiranía en sus naciones: Videla y Pinochet, fueron dos grandes sanguinarios, que construyeron regímenes de terror, con la excusa de ahuyentar el comunismo. Castro y Chávez, también sembraron la tiranía y la miseria, y la justificaban por la revolución que les independizara del imperialismo Estadounidense. Luego hemos conocido sus inmensas fortunas, después de haber empobrecido a sus pueblos.

En España, en los últimos tiempos, hemos tenido a Franco, otro dictador anticomunista, que tuvo la rara habilidad, desde mi punto de vista, de establecer un régimen tiránico en libertades, pero que sentó las bases para la llegada de la democracia, ya que supo crear una amplia clase media, donde se sustentó la Transición, que hizo posible la España donde vivimos ahora. No existe un hombre más odiado y vituperado en España, tanto por la izquierda, como por la derecha, que Franco. Y no digo que falten razones para ello, pero los que le critican tan ferozmente, muchas veces lo hacen para mantener una fachada, que esconde, como decíamos, realidades que no están claras, y que sueltan un tufillo sospechoso.

La corrupción política que anega la democracia española, es una realidad, no solo sospechada e intuida, sino también judicial y jurídica, como todos sabemos. Y no se salva ningún Gobierno democrático hasta ahora, con la excepción, quizás, de los primeros Gobiernos de Adolfo Suarez. La corrupción política en cualquier democracia, no es admisible, porque resta libertades y bienestar a la sociedad. Un país que se tilda de democrático, con políticos que mienten, roban y violan; realmente no es una democracia, sino una dictadura disfrazada de democracia, por más que sea posible el relevo gubernamental electoral. Cambiar a un tirano por otro, no hace a la democracia, naturalmente. Franco hizo múltiples relevos de Gobierno, y España continuó siendo una dictadura sin libertades, porque él seguía dictando a su capricho, de la misma manera que ahora la corrupción dicta tiránicamente los designios de España, un Estado democrático de Derecho, que cada vez se parece más a otra cosa.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,27 de marzo del 2024
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