LA ZONA DE INTERÉS EN BUCHENWALD, ALEMANIA

Por Federico Campbell Peña

CIudad de México 26 de marzo del 2024

Visité con Alberto Fajardo, camarógrafo del Canal Once, el campo de exterminio nazi de Buchenwald en Alemania en septiembre de 2004. Ahora Museo de la Memoria, era recorrido por turistas alemanes y extranjeros, como si se tratara de un museo de arte más.

Familias caminaban a paso lento, en su domingo de asueto, algunas, con niños en carreolas, entre las veredas de las construcciones para trabajo forzado, dormitorios, incineradores, laboratorios donde seudocientíficos nazis experimentaron con seres humanos, inyectándoles tifus para probar una eventual vacuna.

En el exterior hay una cafetería, donde me metí tras sentir una carraspera y espanto horribles, al visitar el laberinto de barracas, donde miles de judíos, gitanos, homosexuales, presos de guerra soviéticos, clérigos católicos, testigos de Jehová, socialistas, comunistas y otros disidentes, fueron exterminados por los militares nazis.

Revisé la placa de los extranjeros allí detenidos. Ningún mexicano. Sí argentinos, y entre los españoles el escritor Jorge Semprún, detenido alli dos años.

» Entre sus reclusos estaban el checo Artur London, el eminente sinólogo francés Henri Maspero, los políticos franceses Leon Blum y Eduard Daladier, el dirigente comunista alemán Ernst Thälmann, el psicólogo Bruno Bettelheim y los rabinos Jacob Avigdor e Israel Meir Lau, sin olvidar al antinazi y católico alemán Eugen Kogon, autor del libro ?Der SS-Staat? (1946), una de los mejores retratos del nazismo que se han escrito», escribió Rafael Poch en el diario La Vanguardia, de Barcelona en 2010.

Pero lo que más me sorprendió fue que a 10 kilómetros está Weimar, «cuna de la civilización alemana ilustrada», donde los alemanes realizaban su vida cotidiana, fiestas y conciertos, a sabiendas del genocidio que se cometía en Buchenwald entre 1937 y 1945, lapso en el que se recluyó a 250 mil personas de diversas regiones europeas para trabajos forzados y el exterminio.

Las tropas estadounidenses ingresaron al lugar hasta abril de 1945 y encontraron el infierno.

Weimar es visitado por turistas que entran a la casa Federico Schiller, y cerca, contemplan el piano de Joan Sebatian Bach; caminan junto a las estatuas de Goethe y Schiller, comen pasteles, toman café o alcohol, luego de haber visitado ese mismo día el Museo de la Memoria de Buchenwald. Es la ruta turística Buchenwald-Weimar.

Me sobresalté al ver la película » Zona de interés» del laureado director Jonathan Glazer. El general al mando del campo de exterminio de Auschwitz vive con su familia en una casota, desde cuya alberca, contemplan las chimeneas de las cámaras de gas y sin alterarse, escuchan los balazos de soldados nazis que matan a los detenidos. Las cenizas de las víctimas las usan para abonar el jardín.

En una escena, sentados tranquilamente un resquicio de la residencia, el general discute con el ingeniero nazi el nuevo sistema «perfeccionado» de las cámaras de gas. Cada vez llegan más trenes con deportados, la mayoría de ellos judíos, desde Hungría y otras regiones de Europa. El ruido del tren o de los fusilamientos ni siquiera interrumpe las conversaciones de los personajes. Hacen como que no oyen.

El 10 de marzo, Jonathan Glazer al recibir el Oscar a la mejor película extranjera, dijo: «Todas nuestras elecciones se hicieron para reflejar y confrontarnos en el presente, no para decir mira lo que hicieron entonces, sino lo que hacemos ahora. Nuestra película muestra a dónde conduce la deshumanización en su peor momento. Ha marcado todo nuestro pasado y nuestro presente, ahora mismo, estamos aquí como hombres que refutan que su judaísmo y el Holocausto sea secuestrado por una ‘ocupación’ que ha llevado al conflicto a tanta gente inocente. Ya sean las víctimas del 7 de octubre en Israel, o del actual ataque a Gaza, todas las víctimas de esta deshumanización, ¿cómo resistir?».

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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