Decía el reverendo Martin Luther King, que el mal no es tan malo por la maldad que por sí tiene, sino porque la gente buena y de bien, poco se esfuerza en defenderse y en defender a los que son atacados por la injusticia del mal.
La causa anti racista de la que fue líder este gran hombre, y debido a cuyo liderazgo fue asesinado, dio frutos, no obstante, y, aunque el racismo no ha desaparecido, y continúa la marginación, no solo de las razas diferentes a la blanca, sino de todo aquel que se posiciona desde lo diferente a lo que viene siendo habitual en la sociedad, a pesar de que lo haga desde la más estricta legalidad, e, incluso, desde causas que pueden ser consideradas justas y muy loables, estamos en una situación muy diferente a la original, de enorme dureza y de humillación, ya que, al menos, desde la ley y desde el discurso político, la causa anti racista y sus reivindicaciones, han sido atendidas y defendidas.
Tampoco somos ajenos a la lucha tan sacrificada, y de suma inteligencia y sabiduría, de otro gran hombre en la historia, como fue Nelson Mandela. Este abogado sudafricano, fue encarcelado y violado en sus derechos más fundamentales, por defender a sus hermanos de raza negra, y por condenar el indecente y ancestral régimen de Apartheid en su país. Después de 27 años en la cárcel, supo perdonar a sus carceleros y a sus torturadores, y, llegando a la presidencia de Sudáfrica, estableció la reconciliación entre todas las razas, mientras el tiránico régimen de marginación del Apartheid, era demolido y erradicado de una de las naciones africanas más prósperas.
Debemos reconocer que es sumamente hermoso, cuando se impone la razón y lo razonable, triunfando el bien y la justicia entre los hombres. Una de las manifestaciones más elocuentes de ello, es que, al tiempo, se impone la paz y se restablece la convivencia. Somos capaces de reconocernos como hermanos, los unos a los otros, estando en condiciones de hablar de que ha surgido el amor, y un amor verdadero, que es aquel capaz de ser respetuoso hacia el que es distinto a mí. Pero no solo respetuoso, sino que mantengo una actitud de consideración y de magnanimidad, y soy capaz, además, de dejar al otro realizarse conforme a sus principios y manera de pensar.
Cuando el respeto, la consideración, y la magnanimidad, se producen con franqueza, honestidad, honradez, y, muy importante, de manera recíproca, estaremos siempre ante el escenario más cercano al ideal de la democracia. Una democracia que tiene su principal reto, en hacer posible la convivencia de la diversidad, porque la diversidad es buena, necesaria, y es una demanda humana, porque somos diversos y diferentes por naturaleza. Pretender el pensamiento único, y la uniformidad en las maneras de ser, es un postulado totalitario, inhumano, y completamente irracional.
Dejemos a la gente que sea como es, y no nos indignemos por nada que vaya a su aire, y sin pretensiones de cohibir nuestra libertad. Seamos tolerantes y amables. Dejemos de empeñarnos en hacer daño a otro, porque es como él quiere ser, y porque es como es, y no puede ser de otra manera. Nos basta un escenario de orden y de colaboración, en el que sea posible la convivencia, desde la comprensión y desde el perdón. Como decía un profesor de la Universidad de Barcelona: “Vamos a unirnos todos, y a formar equipo, que nos vamos a salir juntos”.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 26 de abril del 2024
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