PRESIDENTE, JAIME ROLDÓS AGUILERA (1939-1981)

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Aquel agosto de 1979, yo asistía a las clases del Colegio Claretiano de Guayaquil, en el barrio de Urdesa, y recuerdo, desde mi mente infantil de los nueve años, la enorme ilusión del pueblo ecuatoriano por el nuevo periodo democrático que se abría en Ecuador, después de varias dictaduras militares.

En el Colegio de los Claretianos, hacíamos simulacros de una elección democrática, aprovechando que era el momento de elegir a un delegado de curso. Se formaban distintas listas de candidatos, para auxiliar al líder de cada lista, que, posteriormente, sería elegido delegado, entre las distintas opciones. El entusiasmo estudiantil, era solo reflejo de la enorme alegría del pueblo ecuatoriano por la llegada de la democracia, materializada en aquellas primeras elecciones.

De entre las distintas listas que se presentaban, dos candidatos descollaban sobre todos los demás: Sixto, y Roldós, apoyados por León Febres Cordero, y por Assad Bucaram, respectivamente. Sin embargo, el carisma y el discurso del Lic. Roldós Aguilera, conseguían levantar el ánimo de las multitudes, hasta el punto de que Roldós fue ampliamente reconocido como presidente de la República del Ecuador, en masiva votación del pueblo ecuatoriano.

Abogado y político guayaquileño, nacido el 5 de noviembre de 1939, hijo del Lic. Santiago Roldós Soria y de la Sra. Victoria Aguilera Mouton, todos sus estudios los realizó en su ciudad natal, y, luego de obtener el título de Bachiller en el colegio Vicente Rocafuerte, ingresó a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil, donde, tras brillante examen, se graduó de Abogado de la República.

Inicialmente su figura no fue vista con buenos ojos, especialmente por aquellos que aún pretendían mantener las viejas estructuras políticas que tanto daño habían hecho al país; pero poco a poco su imagen carismática fue ganando adeptos y simpatizantes en toda la República, empezando a ver en él una nueva y diferente opción política, y sus discursos -sin demagogia ni poses caudillistas- llegaron al corazón de los ecuatorianos que, con votación abrumadora, lo convirtieron, a los 39 años de edad, en el Presidente Constitucional más joven de la historia republicana en el Ecuador.

La situación que se encontró el nuevo presidente ecuatoriano, al menos en lo que respecta a la economía, no fue nada fácil de afrontar, y se vio obligado a tomar decisiones drásticas e impopulares, de retiro de subvenciones, y de subida del precio de la gasolina. Al mismo tiempo, acometía el Plan Nacional de Desarrollo, propósito político con el que estaba comprometido.

El conflicto de Paquisha, Mayaicu y Machinaza, en la frontera con Perú, cuando destacamentos militares ecuatorianos fueron atacados por el Ejército peruano, resultó una dura prueba para el presidente Roldós, que hubo de negociar la paz con Perú diplomáticamente, mientras se producía una enorme exaltación patriótica, que deseaba vengar a sus héroes. Seguidamente, con motivo de la conmemoración de la batalla del Pichincha, la cual determinó la independencia de Ecuador con respecto a España, el presidente Roldós pronunció un gran discurso patriótico, que enardeció a los ecuatorianos una vez más.

A continuación, Roldós y su mujer, tomaron el avión presidencial, que los habría de transportar hasta el apartado cantón de Zapotillo, para un homenaje que deseaban rendir al presidente. Aquel avión nunca llegó a su destino, y Roldós, con toda su comitiva, murieron al estrellarse su avión contra la cima del cerro Huairapungo, siendo los principales sospechosos, la cúpula militar y el gobierno estadounidense, aunque nunca se ha podido probar la culpabilidad.

Estuvo en el poder apenas un año, nueve meses y catorce días; y a pesar de estar poco tiempo en el cargo, es considerado como uno de los mejores presidentes de la historia del Ecuador.

Manuel de J. Real, en su obra: Rebelión contra el Olvido, habla del presidente Roldós, en los siguientes términos: “Jaime Roldós fue un ser profundamente comprometido con la especie humana. Nada de ella le era ajena. De allí el espíritu esencialmente humanista que iluminó cada acto de su vida. Es decir, de aquello que el pueblo ecuatoriano compartía por intuición, acaso más que por razonamiento. Tenía un código estricto de la virtud, entendida como valor ético de comportamiento, fuerza vital de comprensión política y evaluación final de la conducta”.

De entre sus discursos, entresacamos estas palabras suyas, muy definitorias de su figura personal, y de su talante como político: “… Nuestro gran compromiso es con los explotados, con los humildes, con los marginados. Gobierno del pueblo por elección es el gobierno mío. Gobierno del pueblo por acción, será el mío… Mi Poder en la Constitución, y mi corazón en el pueblo ecuatoriano”.

FRAN AUDIJE

Madrid, España, 29 de abril del 2024

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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