Joseph Ramsés Ancira Saba
Ciudad de México 21 de junio del 2024
A Mabel y María Isabel, las mujeres que me enseñaron a hablar, que son dos, pero es la misma.
Con un amistoso debate en la cafetería el Péndulo de Polanco inició el homenaje a Rosa Nissan para celebrar el octogésimo quinto aniversario del natalicio de la mujer que según sus propias palabras vive como puede, porque ser célebre no significa tener la vida resuelta.
La controversia entre sus presentadores fue porque uno de ellos decía que el mejor trabajo de Rosa no fue llevado al cine: Los Viajes de Mi Cuerpo.
En cambio, otro decía que no: Que si es Novia que te Vea, la novela autobiográfica que dejó testimonio de una especie única que es la de los judíos de la Lagunilla.
En esas estaban cuando alguien descubrió a Elena Poniatowska que se había perdido entre una mayoría de mujeres judías que integraban la mayor parte del auditorio.
La obligaron a pasar a la salita que estaba como centro del escenario del homenaje, dijo unas breves palabras y volvió a perderse en el sillerío.
Con gritos que recordaban los caprichos de una niña de 5 años pero que en Rosa Nissan producían que todos nos carcajeáramos, evitó que le arrebataran el micrófono que querían ponerle en la boca porque frecuentemente lo olvidaba y una parte del público, integrado por septuagenarios se quejaba de que no la escuchaban.
Así, con graciosos mohines nos platicó que fue en Cuba donde conoció la belleza de los pueblos mulatos. “No es que no los conociera” explicó, “los había visto en Estados Unidos, pero no eran lo mismo. Allá eran hombres humillados, estos, los de Cuba, eran orgullosos y esto les hacía ver hermosos”.
Rosa dijo que tenía pocos años de haber aprendido a hablar, que no fue hasta después de los ochenta años. De inmediato hubo quejas del publico quien replicó que no, que no fue así.
Rosa dijo que no terminó la preparatoria y que fue Elena Poniatowska quien con gran paciencia le enseñó a hablar y escribir. Entonces una de sus hermanas comentó que también para ella el destino pudo haber sido el de muchas mujeres educadas en hogares tradicionales judíos mexicanos, pero su hermana la inspiró y ya con hijos empezó a estudiar la secundaria y no paró hasta terminar la licenciatura en psicología.
Al tomar la palabra expliqué que en una entrevista Rosa me había aclarado la diferencia entre hablar y saber hablar. Me comentó del dolor que tuvo porque nunca en sus años de casada pudo tener una conversación importante con su marido. Hablaban de los pequeños asuntos domésticos, pero no de lo que ambos sentían, deseaban y querían.
Fue hasta después del divorcio cuando Rosa Nissan aprendió a hablar y su cuerpo le respondió dándole a conocer lo que significaba un orgasmo.
Alguien le preguntó a Rosa Nissan como era su relación con Dios y ella hizo un gesto de disgusto que no dejó lugar a dudas. Tuvimos que interpretarlo y en mi caso personal quiero pensar que ella pensaba en los crímenes que el sionismo comete en el nombre de su dios.
Pero Rosa si fue explícita para aclarar que no hay un solo pueblo judío. Lo explicó cuando dijo que por años pasó por una Sinagoga en la Condesa donde escuchaba los cantos religiosos que ella cantaba en la primaria, pero no entraba porque esa sinagoga no era de su comunidad.
En el público destacó una señora que se identificó como madre de Andrés Roehmer. Dijo que este es víctima de calumnias de la que él ha tratado de defenderse escribiendo varios libros con pruebas en su defensa, pero nadie los quiere leer ni publicar.
En la audiencia la gente estaba dividida, casi nadie mostró un gesto de empatía con la madre, pero si hubo expresiones en voz alta que demostraron desprecio y no solo desaprobación.
En ese público culto y lector parecía haber muchos fariseos de esos que según la parábola ven la paja en el ojo ajeno porque tienen una viga atravesada en su propia pupila.
Un delicioso pastel que alcanzó para más de 100 personas y unas exiguas copas de vino blanco, dieron fin al homenaje, pero Elena Poniatowska con sus más de 90 años y Rosa Nissan se mantuvieron charlando de pie varios minutos recordando los viajes de sus vidas.
Una mujer hermosa de unos 60 años había irrumpido antes. Dijo que ella era la auténtica Oshinika. Si usted quiere saber de ella rebusque: Novia Que te Vea, Hisho que te Nazca y Me viene un Modo de Tristeza.
Seguramente querrá continuar con Los Viajes de Mi Cuerpo, pero no se engañe, no es la biografía de Rosa Nissan, es la suma de las vidas de mujeres que un día, pasados los 50, empezaron a aprender a hablar en su propio idioma.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa




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