UN GRAN PAÍS QUE AVANZA

Imagen de Gordon Johnson en Pixabay

Como español, a pesar de los recortes de derechos, y las violaciones de derechos fundamentales, debo reconocer que, España, sí, es un gran país, en el sentido de que, efectivamente, cuenta con una gran capacidad, y podría estar al nivel de naciones europeas, como Francia, y muy cerquita de Alemania, probablemente.

La realidad, sin embargo, y muy a nuestro pesar, es otra, a día de hoy: España ocupa el último lugar de la Unión Europea, según el estudio del instituto Juan de Mariana. Estamos, pues, ante un gran país, empequeñecido. Y, lo que es peor aún, un gran país, incapaz de ocupar toda su capacidad, no por razones externas, sino por la culpa de los propios españoles.

En una considerable medida, esta culpa de la que hablamos, recae sobre los políticos y la clase dirigente del Estado, que no aciertan en seguir una política capaz de aprovechar los recursos de España, en una multiplicidad de razones, que concurren al unísono: independentismo, corrupción, falta de consenso político, debilidad democrática, idiosincrasia del español, marginación de grandes valores.

España es un país con regiones que han generado una cultura independentista clara, es decir, regiones, como Cataluña y el País Vasco, que no están cómodas en el contexto del Estado español, y que desean la autodeterminación. Estas regiones, ante la necesidad de ser pacificadas, y de facilitar su continuidad con el resto de España, requieren de “sobornos” del Gobierno central, que se traducen en una especial inversión del Estado, y en una política de presupuestos abusiva, y claramente privilegiada sobre el resto de regiones españolas. Todo esto, provoca una descompensación en el desarrollo de España, que se concentra en las regiones independentistas, y que flaquea en el resto, como, por ejemplo, están reivindicando zonas muy ruralizadas, de la denominada “España vaciada”, que carecen de infraestructuras mínimas, en muchos casos, en un agravio comparativo hiriente.

La corrupción en las instituciones, la falta de consenso para la realización de una política homogénea, en el exterior, o a nivel económico, además de la debilidad democrática, fruto de la no separación de poderes, y de contar con un poder ejecutivo demasiado poderoso, son todo una, y están haciendo posible que España sea, prácticamente, una dictablanda, en un contexto de democracia y Estado de Derecho, fuertes y consolidados, en la mayor parte de la Unión Europea.

La idiosincrasia de los españoles, es un lastre inevitable, que nos viene impuesto de forma natural, debido a factores geográficos y meteorológicos. De sobra es sabido que, España, es el país de la fiesta. El lugar donde se celebra todo, y donde existen organizaciones que viven para organizar las fiestas, de un año para otro. Una de las mayores partidas presupuestarias en cualquier Ayuntamiento español, es el de las fiestas. Y no estamos diciendo que divertirse sea malo, sino todo lo contrario, es muy bueno, pero esta opción es la responsable de que no haya presupuesto suficiente para la investigación tecnológica, clave en nuestro tiempo, para poder competir en los mercados internacionales, que se traduce en una precaria influencia y dominio en el exterior.

La marginación de grandes valores, lo digo pensando sobre todo en el ámbito político, donde, sin duda, no están los mejores, sino todo lo contrario, encargándose estos mismos de alejar de puestos clave, a los que podrían aportar un mayor respeto por el Estado de Derecho, por la democracia, y por una concordia entre los españoles, que sigue viéndose amenazada, por la resurrección de viejas e inoperativas rencillas, provenientes de la Guerra Civil, de rivalidades ideológicas, y de resentimientos sociales, que nos traen el recuerdo de aquellos versos de Antonio Machado, sobre la “errante sombra de Caín”, y sobre las diez cabezas que embisten, exceptuando a una que piensa.

FRAN AUDIJE

Madrid, España,29 de junio 2024

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