Cuando nos referimos a esta clase de personas, no apuntamos hacia aquellos que destacan por encima de la media, debido a méritos propios, como un trabajo bien hecho, o una vida sacrificada para conseguir determinados objetivos, loables, y beneficiosos también para toda la comunidad. Nos estamos refiriendo a aquellos que, para destacar por encima de otros, se han dedicado a actividades fraudulentas, o han hecho determinadas trampas, dejando a los demás en la marginación y el ostracismo.
Los privilegiados, podríamos reconocer que son la «casta», de la que tanto se ha hablado. Una mafia poderosa, en tanto en cuanto aprovecha recursos que son de todos, para beneficio propio y muy particular, dejando para esos que no han nacido en tan determinada y afortunada cuna, los restos, las migajas, y las ricias.
En la Edad Media, existía un concepto muy de la época, al que denominaban, «La rueda de la fortuna», por la cual se explicaban estos cambios que se producían en los privilegios de los que podían optar a ellos, debido a que pertenecían a esa cuna tan determinada y afortunada, entonces muy identificada: rey, nobleza, y clero; ya que el inmenso grueso de la población, vivían en una dimensión muy por de bajo de estos privilegiados, los cuales, en ocasiones, eran más privilegiados aún, que sus adláteres.
Si el capricho del azar, era capaz de hacer infeliz al que vivía de pisar a la inmensa mayoría, aún con sus pezuñas sobre la cabeza de esa mayoría inmensa, nunca estuvo sujeto a ningún azar tal poder abusivo, que, pasara lo que pasara, estaba bien asegurado, y muy bien atado.
Llegada la Revolución Francesa, la capacidad de ser un privilegiado, ya no se quiso que dependiera del abuso, sino de los méritos y del esfuerzo de cada uno y de cada cual. Entonces, se reformaron las estructuras socio-políticas, de modo que fuera factible alcanzar cualquier meta, solo bajo las potencialidades de cada ciudadano, porque se reconocieron una serie de derechos, en igualdad, legalidad, y fraternidad, para todos los ciudadanos sin excepción alguna, haciendose realidad que el pordiosero pudiera llegar a Príncipe, y el Príncipe se rebajara a pordiosero.
En nuestros días, todo este relato histórico parece que volviera por sus fueros, pero no, desgraciadamente, en una evolución positiva para el desarrollo de las personas y de la sociedad, sino para una involución hacia la vuelta de la sociedad de castas, también conocida como «feudal».
La financiación privilegiada para Cataluña, el fuero especial por el que se rigen vascos y navarros, la corrupción cabalgante, que hace a algunos de oro solo por la amistad o el parentesco…
¿Quién dijo que no hay pan para tanto chorizo?. Les puedo asegurar que, desde Extremadura, o desde la casa del parado, o desde la miseria vital del que ve violados sus derechos más fundamentales, se están mirando las cosas desde una perspectiva avasalladora, porque sentimos que nos están pisando unos pies y unas pezuñas, injustamente privilegiadas, al estilo más ancestral, que nos parecía, ingenuamente, erradicado ya para siempre.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 5 de agosto del 2024.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
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