EL MÁS CHINGÓN


Por Luis Mac Gregor Arroyo

Fotografía de Space X en Pexels.


—¡Caleb! Ve y explora los alrededores en la nave correspondiente. Busca un lugar apropiado para ser poblado; donde haya agua y tierras cultivables.
—¡Sí! Priya.


Tras la orden Caleb fue al nivel inferior de la nave y abordó el transportador. Su misión era en sumo importante. Los pertrechos de la nave madre estaban a punto de colapsar. Urgía llegar a un lugar donde hubiera posibilidades de iniciar una vida nueva. Él era un hombre medido, no tenía grandes ambiciones sino hacerse de una familia y vivir en paz el resto de sus días. Mas eso no era para Priya y su grupo cercano. Ellos habían vivido milenios, aunque mantenían eso en secrecía, y eran los supervivientes de una casta imperial que no veía más allá de gobernar y ser más poderosos que los demás, su verdadera razón de existir. “Hay que vivir para ser superiores” pensaban. Pero las envidias y los deseos de grandeza sólo eran de ellos. No los compartían los demás de los 3 mil sobrevivientes que iban en la nave madre.


Cuatro horas después Caleb regresó con noticias alentadoras. En el norte de lo que sería el continente africano había una gran sabana con agua y lugares fértiles aptos para la agricultura.


Provenientes de Zoot –a la altura de la nube de Oort– un planeta en los límites del sistema solar de tamaño ligeramente menor que la Tierra, llegaban a colonizar y tener una nueva oportunidad de vida. Claro está que la “casta” superior debía de guardar las apariencias. ¿Por qué compartir su secreto de prolongar la vida? ¿Acaso no siempre habían disfrutado de riqueza y poder, lo cual era el sentido de la existencia? Así sería, reinarían y harían de este planeta un nuevo paraíso para ellos.


El reporte de una tierra adecuada para su supervivencia también fue recibido con alegría por la plebe de la nave. Como todo buen miembro del staff de la vehículo espacial, Caleb se sintió satisfecho al dar a conocer la noticia y regresó a su puesto en el tercer nivel de la gigantesca nave.


La nave-ciudad, construida con la más alta tecnología de los ex habitantes del planeta Zoot, fue fabricada con la intensión de hacerla autosuficiente por tiempo indefinido; sin embargo, percances en los casi tres años de trayecto habían llevado a racionar la comida y algunos artículos de limpieza, como los jabones, e inclusive el agua, para prevenir su ausencia total. Claro la clase en el poder, no disminuyó en nada sus lujos, como buena explotadora de pueblo.


Pero ya en tierra firme que importaba lo que sucediera, la gente de hasta abajo sabía que una nueva oportunidad de vida se daría y estarían ante un planeta a su total disposición. Eso era lo que se pensaba alrededor del año 310,000 a. C. Sí, claro que
pasado el tiempo, se desarrollaron civilizaciones importantes, pero la desmedida explotación de la tierra acabó por enloquecer el clima y ocasionar el diluvio, del que sólo sobrevivieron los más desvergonzados, quienes poseían los medios y la tecnología para mantenerse en el aire mientras la superficie del planeta se cubría de agua.


Finalmente en el año 3.500 a. C. se desarrollaron pueblos diversos con diferentes niveles de tecnología que se mantendrían en bajo perfil, mientras la población en general sería mantenida lejos de ese beneficio.


Por ejemplo en Egipto se habrían desarrollado los robots, algo que la población ignoraba. Así podrían estar viendo al faraón sin saber que no era él, sino un robot igual a su persona. En Babilonia se creó el mito de una torre cuya altura la haría llegar al cielo. Siendo que en realidad nunca hubo tal estructura sino el espacio-puerto de la ciudad donde hubo naves voladoras de varios tamaños y propósitos. Siendo lugar de reunión de personas de múltiples lugares del planeta. Un lugar de diferentes lenguas que con el tiempo pasó al olvido como tal. Otra maravilla fueron los avances submarinos desarrollados por los descendientes de la Atlántida, algunos de los cuales llegaron a habitar regiones tan lejanas como la costa de Brasil, llegando hasta nuestros días prueba de ello en las pinturas rupestres de la región de Pará.


La “casta” siguió gobernando con la mayor discreción en los tiempos por venir. Crearon varias agrupaciones secretas que les rendían cuentas y cuyo objetivo era dirigir los destinos de las naciones del mundo bajo una agenda. Sin embargo, aún
entre ellos había diferencias. Desde su llegada, provenientes de Zoot, nunca cambiaron realmente, se empecinaron en no soltar el poder y en jugar entre ellos para ver quién podía más. En otras palabras, se pusieron a competir para saber quién podía
hacerse de todo el mundo.


Lo que siguió era de esperarse unos con otros empezaron a ambicionar las tierras de sus “iguales” y esto comenzó a generar tensiones. Después cuando vieron que su ambición había llegado a un punto de inflexión en cuanto a la contaminación de los
mares con plástico y agua sucia de los desagües, y cuando su enajenante lavado de coco de la población la hacía vivir con sus facultades disminuidas, arribó lo también temido por ellos, en el fondo… la guerra, que después se salió de control y acabó con
una hecatombe nuclear.


Los habitantes ya lo veían venir. Realmente la depredación del planeta y las guerras, por no dejarse vencer por el otro en las posiciones militares, llevaron a desatar el poder nuclear. Tras la devastación de las bombas, cuando los sobrevivientes –quienes
fallecerían en poco tiempo–, andaban tratando de comprender que iba a pasar, varias naves espaciales se vieron en el cielo. Era la “casta” cada una con su nave personal. En su lucha por ver quien era el mejor, acabaron con el planeta, ahora irían a otro. Eso no
se podía quedar así, acabarían su entre en el siguiente hogar.

Así fueron a la luna de Europa, el siguiente cuerpo espacial a devastar en su loca y absurda carrera por el poder… “¿Qué más da?”, pensaron, “¡lo que cuenta es ser el más chingón!”.


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