SEXO Y FIDELIDAD

Siguiendo a filósofos clásicos, como Platón y Aristóteles, debemos admitir que el mundo material en el que nos encontramos, no posee una autonomía independiente, ni tiene sentido por sí mismo, sino que supone el reflejo constitutivo de algo superior, o que se encuentra en otra dimensión más excelsa, además de relacionada atávicamente con el mundo de la materia, a la que otorga sentido.

De tal manera, podemos encontrar que todo el sistema sexual humano, cuenta con un sentido otorgado desde tal dimensión superior, como es satisfacer meras necesidades físicas o fisiológicas, a la vez que supone uno de los reflejos materiales del amor en pareja.

Cuando amamos a otra persona, fuera de la órbita familiar o caritativa, sentimos una atracción sexual hacia tal persona. Esta necesidad sexológica, no es otra cosa que la materialización concreta del amor, como realidad superior y espiritual, la cual llena de sentido a un acto, que, por sí solo, y carente de tal valor amoroso y sentimental, se reduciría a una mera acción corporal, en la que interactúan dos cuerpos, de manera que obtienen unos momentos de placer físico.

El sexo, o la sexualidad, por lo tanto, supone una realidad incalculablemente gozosa, cuando se deja informar por el sentido del amor, y no opera independientemente de este, como mera necesidad de satisfacción corporal.

Si las relaciones sexuales, se mantienen dentro de la sistemática del amor, pasan a formar parte de un proyecto humano de realización de las personas, con posibilidades de una proyección más allá de la pareja, como sería el momento de la reproducción, y la fundación de una familia.

Dentro del sistema amoroso, el sexo tiene una función, y se encuentra formando parte de otra serie de elementos, relacionados entre ellos, los cuales poseen una funcionalidad que debe conducir al fin último de la vida humana, como es la felicidad, en la gozosa experiencia de haber completado el ciclo vital, afectivo y biológico, por el cual amamos, somos amados, de una manera íntima, y damos lugar, como fruto de ese amor, a una familia, que no es otra cosa que la consecuencia biológica de la sexualidad, ordenada a la perpetuación de la especie, y a la ampliación de la experiencia amorosa en los hijos.

En el amor, pues, cobra un particular valor, la fidelidad sexual a tu pareja, puesto que cuenta como la expresión de mis sentimientos más profundos de amor hacia mi amado. La fidelidad supone la autenticidad de ese amor, ya que restringe la actividad sexual, a la persona que amo, pues comprendo que en el acto sexual estoy dando plenitud al amor que siento por mi pareja, y que también está formando parte de todo un engranaje, que me va a dar la posibilidad de realizarme como persona, en un proyecto que va más allá del egocentrismo, puesto que me implica a mí, en relación con mi pareja, y con el lógico fruto que debería darse en consecuencia, como son los hijos, y la constitución de un amplio sistema amoroso, cuya correlación está en la sociedad y en la nación.

FRAN AUDIJE

Madrid,España, 14 de agosto 2024.

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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