Decir que se es feminista, no implica necesariamente que se esté de acuerdo con la defensa de la dignidad de la mujer. Yo podría decir que soy Superman, o que soy la reencarnación de Atila, y a la vista se puede comprobar que no es así. Las palabras no otorgan la garantía de que exista una coherencia, entre lo que se es de verdad, y lo que se asevera.
Un auténtico feminismo, es aquel capaz de respetar la libertad de la mujer. La libertad resulta del acuerdo entre lo que uno es, o la capacidad con la que contamos, y la posibilidad de despliegue de nuestro potencial personal en la sociedad, y en el mundo en el que vivimos.
Si yo soy una persona con una gran capacidad de pensamiento, mi libertad se hará posible en tanto en cuanto pueda vivir en paz, a pesar de mis ideas, y en tanto en cuanto me sea posible la expresión de dichas ideas dentro de la sociedad.
De idéntica manera, la mujer puede ser libre, desde el momento que se respetan sus dotes femeninas, que son las que caracterizan su modo de ser de mujer. Si, además, lo que pretendemos es potenciar e imbuir de dichas dotes, al conjunto de la sociedad, entonces estaremos hablando de que hacemos una política feminista.
Yo creo que la feminidad no son solo las cualidades físicas de la mujer, y mira que la mujer es la flor de la humanidad, porque encarna la belleza y la generación de la vida. Sin embargo, el cuerpo de la mujer, y sus atributos sexuales, realmente son solo un envoltorio de lo que de verdad representa la mujer, que viene encarnado, precisamente, por el conjunto de virtudes de la feminidad. Pues, para ser feminista, y para promover el feminismo, debemos estar en consonancia con estas virtudes, al menos desde un punto de vista intelectual.
El reconocimiento de la mujer como un ser, por naturaleza, responsable y dedicado al cuidado de los hijos, como a todo aquello que se pone a su cargo, con un celo digno de admirar, de manera que facilitemos la promoción laboral de la mujer, dentro de la dignidad y de la igualdad con respecto al varón, es la primera medida de calado que se debe tomar, para un feminismo auténtico. En tal sentido, también se deberían tomar medidas de protección de la mujer de cara a la explotación sexual, con la que se tiende en la sociedad a tratar con extrema injusticia a la mujer.
Otras virtudes de la mujer nos pueden servir de modelo, como, por ejemplo, la enorme capacidad de compasión, y de sintonía con las causas sociales de los más débiles y vulnerables. La feminidad se basa en una especial sensibilidad, para comprender a los caídos y decaídos, que por el mundo circulan a montones, por desgracia, en una gran culpa atribuible a la falta de sensibilidad del varón, en quien recae de manera más importante el gobierno del mundo.
En un mundo feminista, se trabajaría por la igualdad de todos, y por la inexistencia de marginados. En un mundo feminista, no tendría cabida el abuso de poder, y sí la mano tendida de verdad a los más débiles.
FRAN AUDIJE
Imagen La libertad guiando al pueblo, de Eugene Delacroix. Museo del Louvre, París.
Madrid, España, 25 de agosto 2024.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
