POLÍTICA, CRIMEN, Y TECNOCRACIA
Aunque hemos tratado este tema en diversas ocasiones, la coyuntura política vuelve a ser propicia para hablar de este asunto. Por eso, volvemos a incidir en el hecho de que la política no es el problema, a pesar de que muchos dicen que constituye el arte del engaño, o que es un nido de sinvergüenzas.
La política, en sí, es una ocupación noble, puesto que constituye un servicio a la patria y a los ciudadanos de la nación. El problema es que la política es practicada por seres humanos, y las personas no somos infalibles, ni estamos libres de evolucionar hacia la corrupción y la mediocridad. Debemos reconocer que, estar cerca del poder, o en el mismo poder, resulta una fuerte tentación para incurrir en el abuso, puesto que el poder te permite mandar, y disponer de las cosas y de las personas. Por ello, es necesario establecer ciertos filtros para que los ciudadanos puedan acceder al poder, que exige una preparación, un talante, y un carisma, nada generalizado y muy específico. El poder no es para cualquiera, sino para un perfil muy determinado, capaz de la abnegación en favor de los demás, y con una capacidad grande de estoicismo, además de otras cualidades, como un carácter aglutinador, capacidad de trabajo, y amor por la ética.
Ya indicaba Aristóteles, que la política es un oficio para filósofos, o para una élite dentro de la sociedad, reconociendo lo particular del cometido, al que solo deberían acceder los que estén preparados. No bastaría, pues, que los cargos políticos sean ocupados por gente afín a la ideología, o que sean de la confianza del que está por encima. Sin descartar aquel condicionante, existen otros, como los ya comentados.
Observamos que, en determinadas coyunturas políticas, se echa mano de profesionales de otras áreas, con una cualificación reconocida, los denominados “tecnócratas”. Los tecnócratas, a mi juicio, deberían servir en la política de manera habitual, y no solo en momentos de crisis. Por un lado, la política es adecuado que no sea una actividad para toda la vida, sino para un periodo muy concreto en la profesionalidad de alguien. Por otro lado, dentro de la política, deben existir ideólogos, que son los directivos del rumbo a seguir, pero los demás deberían ser gente cualificada y con conocimientos, para llevar a cabo la labor que se les encomiende. En un Gobierno donde todo sean ideólogos, la gestión de los asuntos de Estado va a ser mal gestionada. Los ideólogos sirven para hacer la revolución, pero, una vez hecha la revolución, lo que la sociedad necesita es un personal que sepa solucionar las dificultades que surgen en la misma, siendo ese personal, profesionales competentes, convertidos en políticos-gestores.
En definitiva, distinguiría yo entre la nobleza de la política, y la perversión de la que podría estar aquejada, que suele degenerar en crimen organizado. Lo primero es lo deseable a todas luces, siendo de vital importancia encontrar gente noble, y con preparación para servir a los ciudadanos desde la administración que requiere la sociedad. Lo segundo, es decir, la política convertida en tapadera del crimen organizado, es el resultado de un proceso degenerativo en la política, para el que se deberían crear resortes de vigilancia, y de tratamiento, puesto que estaríamos ante un cuadro enfermizo, que, de no ser medicado e intervenido, podría acarrear consecuencias de atraso e involución para las naciones.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 30 de agosto 2024.
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