LICÁNTROPA

Parte I de III

Por Luis Mac Gregor Arroyo

Fotografía de Marek Piwnicki en Pexels.

Hambrienta de necesidad recorre los pantanos, los bosques arcanos en busca de lo que necesita para llenar ese hueco que siente. Mide 1.76 m., es de cabello obscuro y rizado, y se yergue como un árbol frondoso que captura la luna en su cresta. Se le encuentra en las zonas pantanosas donde el follaje no permite entrar mucha luz. Su cuerpo es perfecto, torneado, firme, de acción rápida. Ella busca con sus instintos, siempre atentos. En la manada hay miembros que la han procurado y la acechan. Ella les ha hecho frente y los ha vencido. No satisfacen su hambre. Caen tras pretenderla. La hembra es voraz pero busca algo. No sabe muy bien qué, para llenar el espacio entre el plexo solar y el pecho.

Un día al estar la Luna llena sus ojos brillaban con el agrio reflejo del deseo y la necesidad de cierta emotividad. Sus garras salieron. Como era usual su cuerpo de mujer se volvió más carnoso, más atrayente, con un brillo que reflejaba los rayos de la noche. Sus vestiduras caían al suelo, sus pies se transformaban en los de un animal salvaje, las facciones de su rostro se volvían las de una mujer con rasgos gatunos, y en su boca, bajo sus carnosos labios, aparecieron unos colmillos peligrosos.

Esa noche buscaba, lo que fuera, necesitaba saciar su apetito, ¿pero cuál, el de macho o el de alimento? Se separó de la manada, no estaba de humor para estar con los suyos. Entonces, en medio del lodazal, apareció un hombre un poco menos alto que ella. Vestido con chamarra ligera de color blanco, lentes, cabello castaño oscuro y de complexión algo llena. Ella lo vio, lo agarraría antes de que huyera y satisfacería su deseo mientras lo almorzaba. El hombre no temió. Sabía lo que vendría. Era como si fuera buscándola. La soledad invadía su vida, necesitaba algo especial, fuera de lo normal, sabía que corría peligro, pero estaba cansado de las mujeres comunes, buscaba algo nuevo, era un Don Juan de capa caída. Tuvo éxito con las mujeres hasta enamorarse de Sara, la que fuera su mujer y lo abandonara por otro. No confiaba en las mujeres, tal vez morir era lo ideal, qué más daba si las historias de hombres o mujeres lobo eran verdaderas o falsas. La vida no valía nada… y esa soledad que tanto lo abrumaba. ¡No había fallado! ¡Ella no le correspondió! Así, deambulando por el bosque y se topó con licántropa. Al verla se le enchinó la piel en una mezcla de temor y atracción, el olor de ella le inspiraba al deseo. Sin saber bien a lo que se enfrentaba, decidió arriesgarse a ver qué era lo que el destino le aguardara, de cualquier forma ya era demasiado tarde como para correr… “¡Que cuerpo! ¡Qué forma tan atrayente!”, pensó. Como compelido por un imán se aproximó a ella.

La mujer lobo estuvo unos instantes quieta, no sabía bien si agarrar a la presa y comerla a mordidas o… o… finalmente tomó una decisión. Ese minúsculo instante de duda en ella, le dio a Eric más confianza para arriesgarse y dejar salir su libido y un ligero cariño, proveniente de su vacío. Ella caminó, sabía que no necesitaba correr: la presa estaba quieta, como hechizada. Al estar a dos pasos de ella sintió en el pecho un vacío que reclamaba amor. Cualquiera que hubiera visto la escena se hubiera quedado impactado. La mujer lobo tenía unos 20 centímetros más de altura que la altitud media de alguna mujer de la región y un cuerpo voluptuoso acentuado por la mezcla entre lobo y mujer, mientras Eric apenas medía 1.70 m. y era un hombre con un conjunto de músculos bastante marcados. Sí, él era fuerte, pero ¿lo sería más que ella? Una pregunta parecía formularse: ¿esto sería carnicería o un crimen sangriento? Sin tener bien definido qué haría, la mujer lobo se abalanzó sobre su víctima. Su primera intención fue abrazar al hombre con sus brazos largos y atraerlo a su cuerpo para besarlo mientras le enterraba las garras en la espalda, y le mordía los labios encajándole sus colmillos. El resultado debía ser el esperado: el hombre acabaría despedazado entre su toque en la espalda y el trabajo de su dentadura al besarlo. Sorprendida, tras abalanzarse, el hombre logró detener por unos segundos su avance con los brazos. Algo pasmada, ella imprimió más fuerza a su ataque y finalmente avanzó sobre la presa; pero no era lo que esperaba: una mezcla brutal de libido y amor se apoderó de ella. ¿Sería posible que se enamorara de un hombre normal en vez de uno de la manada? La costumbre decía que por ser una mujer lobo que lideraba una manada debía de ser sometida en combate por otro para dirigir al grupo, convirtiéndose también en su pareja; esto rompía lo establecido, pero nadie había logrado vencerla y se le presentaba esto, un imprevisto, una sorpresa, ¿un amor? Era un gran dilema aunado a que al estar sola y como mujer lobo su deseo sexual aumentaba, la necesidad era más grande.

Con todo y la sorpresa logro abalanzarse sobre Eric quien dejó de imprimir fuerza a sus brazos. Sin poder impedirlo en su hambre de mujer lobo ella puso sus manos en la espalda de él y lo sujeto y atrajo hacia ella sin poder impedir rasgarle la ropa y comenzar a dañar su piel. Eso no era todo, pegó sus labios a los de él, mientras lo asía con firmeza y lo besó sin poner contenerse, haciéndole el menor daño posible con sus colmillos. El momento los dejó abrazados en un amor salvaje. El salvajismo poco a poco comenzó a hacer mella en ella, pero sabía que acabar con la presa sería un error, ahí estaba pasando algo más que el simple hecho de tener qué comer. Haciendo esfuerzos se separó de él. Lo había lastimado en espalda y la boca, estaba correado sangre. No tenía una herida grave, pero lo que ella le causó, en parte sin querer, era preocupante.

El hombre perdió el conocimiento, pero ella impidió que cayera al suelo sujetándolo con su brazo izquierdo. Preocupada lo sujetó mejor y lamió la parte de la boca donde lo había herido, al igual que trató de contener el sangrado de la espalda. No podía hacer mucho más. Si lo llevaba a un lugar muy habitado corría el riesgo de que la vieran y le dispararan a matar. Con la preocupación encima lo llevó hasta el borde de un camino que estaba cerca de un poblado y, con una lagrima en uno de sus ojos, lo dejó ahí, esperando que alguien ayudara. Fue entonces cuando desde el bolsillo de él una identificación cayó en el piso. Licántropa tomó la credencial con algo de apremio; debía retirarse, casi amanecía y no deseaba ser presa de nadie. Necesitaba regresar a donde estaba su vehículo y una muda de ropa.

Rumbo a su camioneta no se topó con nadie de su manada, por suerte; no podía dejar de pensar en lo ocurrido, para ella el amor siempre había sido estar con un hombre agresivo y dominante –el perfecto macho para ayudarle a controlar al resto– y eso le había funcionado mal la última vez, tuvo un enfrentamiento con su pareja y ella pese a tener un físico de menor fuerza, lo terminó. Le había agarrado odio: en la manada la hacía menos y en la vida diaria se comportaba como un patán. Si bien para ella el amor era una mezcla vicio y obscuridad, ahora buscaba un cambio, ¿ese humano sería la respuesta?


Lorena Weilish estaba al lado de la mesa de cristal con borde metálico blanco. Había llegado temprano a la reunión y pese a estar prohibido prendió un cigarro y esperó al resto. No podía dejar de pensar en el hombre que lastimara el día anterior; tenía su identificación, pero sería válido ir a visitarle, pedir disculpas y decir “perdón, soy una mujer lobo y mato gente para alimentarme, ¿te intereso?”. No veía como actuar, además no sabía bien cual sería el estado de salud de Eric. Ser una licántropa no era sencillo. Era harto complicado engañar a las personas para que no encontraran los restos de sus víctimas y hacerse de una vida social “normal”. Además no era ella sola quien actuaba así, había otros nueve miembros en la manada. Por suerte hasta entonces no había sospecha alguna en Saltillo sobre la existencia de hombres lobo, ni de asesinos por Cuatro Ciénegas. Había noticias de desapariciones pero se desconocía qué las había provocado.

Se estaba terminando su cigarro cuando comenzaron a arribar los miembros del consejo ejecutivo y los funcionarios de la Secretaría de Hacienda que asistían a la junta mensual de consultoría ofrecida por la empresa para la que Weilish trabajaba. No podía faltar la presencia de Marcos, otro licántropo, quien tenía dolor en varias partes del cuerpo, que habían merecido algunas puntadas y llevaba vendado el hombro izquierdo. Hace unos días él había intentado dominarla en un combate y no había logrado su cometido. Ella lo vio y trató de mantener distancia de espacio y visual con él; pero al parecer Marcos no había escarmentado y no la dejaba de ver, esperando que ella le correspondiera, lo cual no sucedió durante la junta.

El encuentro se desarrollo de la manera prevista. Los asesores expusieron sus puntos de vista y respondieron todos los cuestionamientos de los funcionarios. Después de la sesión de preguntas y respuestas, se pasó a revisar cada uno de los puntos acordados previamente para ver el avance en cada uno de manera individual. Aquí Lorena hizo una notable participación al explicar algunas opciones para optimizar el presupuesto federal e inclusive renegociar deuda para beneficio del estado. Sin duda su participación fue de los momentos clave en la reunión. Era una mujer muy preparada con estudios profesionales realizados en Gran Bretaña y con una especialidad en Francia. Eso, y el prestigio de la firma para la cual trabajaba era de tal importancia que los ejecutivos de Hacienda de paso por el estado, decidieron tener la reunión en Saltillo en vez de en la Ciudad de México o por Zoom.

Todo terminó con el reconocimiento por parte de los funcionarios del importante esfuerzo realizado por la firma estadounidense. Durante toda su ponencia, en ningún momento ella se atrevió a ver en el rostro a Marcos. Él la detestaba, había tratado de conquistarla en el mundo humano y Lorena no se había dejado; también trató de mostrar sus virtudes como hombre lobo y el resultado fue mucho peor, fue doblegado por ella, una mujer con complexión física más débil –pero con mayor conocimiento de ataque–, no pudo ni conquistarle tiernamente ni con el rudo temperamento de los lobos. Al contrario había resultado herido en el pecho y espalda, una cortada en el lado derecho de su rostro y un brazo luxado. Ella en cambio sólo había tenido un raspón en la palma de una de sus manos. Conocía su tipo, un hombre fortachón con cero sensibilidad y una ambición brutal. No, no era lo que ella buscaba. Ya había pasado por algo así y no deseaba repetir la experiencia.

Como la competencia con licántropa no era sólo en el plano de la manada, Marcos de inmediato se fue sobre los funcionarios al terminar la junta para dar una mejor impresión de sí. Si Lorena no era de él, la hundiría, razonó.

Lorena lo dejó irse junto con los demás de la reunión. Sabía que sus observaciones no tenían competencia… podía estar tranquila de que ese abusivo recibiría tarde o temprano un golpe profesional tan severo como las heridas que ella le provocara. En eso andaba cuando vio que alguien había dejado un diario sobre la mesa de la sala de juntas. Lo tomó para curiosear la sección de economía, era su fuerte y su trabajo dependía de estar bien informada al respecto. Tras ver la primera plana volteó el diario para ver los encabezados de la contraportada… ¡Ahí estaba Eric! Una foto de él en la cama del hospital de Cuatro Ciénegas. De acuerdo con el texto un campesino lo había visto en el camino de Toyola a 20 minutos de la pequeña ciudad de Cuatro Ciénegas y lo llevó al nosocomio para que lo curaran. Según decía no había sufrido ni una herida de gravedad, salvo la pérdida de un diente por la presión de la boca con algo que había ejercido una fuerza desproporcionada en su dentadura y algunas cortaduras en la espalda. La nota informaba que el hombre había sido víctima de un bandolero que intentó asaltarle pero él opuso resistencia resultando herido; según la ley es raro que alguien sufra heridas como la de la víctima pues fueron en la espalda no en el frente, a lo que aduce la víctima que le dio la espalda al bandido y trató de huir cayendo y lastimándose la espalda. En cuanto a la herida de la boca, la atribuyó a un golpe del bandolero.

La piel se le enchinó a Lorena Weilish al leer las declaraciones de Eric. No, no era alucinación ese hombre le había dejado huella, sentía una mezcla de deseo y de mariposas en el estómago con sólo recordarlo. Con el diario en la mano abandonó la sala de juntas y se retiró al estacionamiento, ya era tiempo de salir de la oficina.

Al llegar al lugar de su automóvil ahí estaba recargado en su vehículo Marcos —¿Qué? ¿No te quieres arrepentir?

—¡Vete! ¡No eres lo que busco –le respondió ella.

Necio el hombre dio un paso hacia ella y con su brazo sano trato de sujetarla del hombro. Lorena conocedora de defensa personal lo evadió y con un rápido movimiento de brazo y pierna lo tiró al piso.

—Te lo advierto, si no cesas, te podría costar caro—. Subió rápido a su vehículo y se alejo con destino a Cuatro Ciénegas.

Marcos la ve alejarse, pero en su mente sabe que ella será suya, que aún no ha visto hasta dónde él puede llegar.


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