EL GOBIERNO ESPAÑOL, Y LA CRISIS DE ESPAÑA

Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno español, viene basando su hegemonía en el poder, en tres factores que domina con bastante habilidad:

Una publicidad engañosa, respecto a los datos oficiales sobre la marcha de su mandato, relacionados con el estado de España, para lo cual maquilla cifras, o juega con trucos estadísticos, todo lo cual arroja cifras de aparente éxito, cuando es, en la mayoría de los casos, todo lo contrario: un fracaso, y España en serio peligro, a medio y largo plazo.

La destitución de cargos que le son incómodos, el control de los órganos más influyentes y de más peso en el poder, incluyendo el control de empresas estratégicas, y el dominio de los medios de comunicación.

La compra de votos, mediante la adjudicación de subvenciones, o las populares ayudas que se inventa, bajo una variopinta nomenclatura. Todo camuflado y solapado, pero con la intención de condicionar la intención de voto.

Estos tres factores, implican una falta completa de ética, ya no solo personal, sino, ante todo, política, en una democracia de la Unión Europea. Pedro Sánchez Pérez-Castejón, debería haber dimitido, o debería dimitir sin mayor dilación, no solo porque gobierna sin tomar medidas efectivas de reforma o de enderezamiento de la economía, sino porque gobierna a base de endeudamiento, y de un endeudamiento agresivo, el cual logra ocultar, como hemos dicho, merced a trucos estadísticos, pero que está ahí, y que podría hacer que España caiga en una crisis extremadamente peligrosa, de cambiar la política de los órganos financieros internacionales, condicionados por el cambio, a su vez, de la coyuntura económica mundial.

Otra razón, si cabe de mayor importancia para que dimitiera el actual presidente de España, Pedro Sánchez, es el cerco judicial que él mismo se ha granjeado, por haberse instalado prácticamente en una ilegalidad flagrante, ante la cual no hay que escarbar demasiado, porque se ve a simple vista, a falta de la presentación de pruebas concluyentes, que puedan motivar una condena firme de la corrupción en la que nada este Gobierno del señor Pedro Sánchez.

Debemos recordar, la promesa de combatir la corrupción, con la que Pedro Sánchez se envistió presidente hace seis años, tras denunciar por corrupción al anterior Gobierno, el presidido por Mariano Rajoy Brey, al que tampoco negamos que, realmente, no se le pueda acusar de corrupción, pero estaríamos ante un caso peculiar, en el que un corrupto acusa a otro corrupto, de corrupción política, lo cual, en definitiva, resulta una tomadura de pelo para el ciudadano español.

España ha entrado en una dinámica de empobrecimiento, de la cual se ha perdido el control en los últimos años, debido a la incidencia de las sucesivas crisis que nos han asolado, pero, también, a la política desacertada con la que se ha estado intentando combatir estas crisis.

En lugar de un Gobierno de tecnócratas, se ha optado por un Gobierno de políticos, porque se pretendía o se pretende, la idílica ensoñación de hacer una revolución, con cambio de régimen incluido, por supuesto. Es decir, que se está jugando a forzar un cambio político constitucional, sin bases económicas ni sociales de sustento para poder llevarlo a cabo.

A decir verdad, desde que España entró en la Unión Europea, la revolución que hacía falta de cara a la prosperidad de nuestro país, y a que se produjera una transformación, que mejorara la convivencia en la sociedad española, había quedado resuelta. Sin embargo, España adolece de una problemática muy particular, en la que imperan añoranzas políticas del pasado, con resentimientos y odios subyacentes, sin dejar de tener en cuenta que, somos un país donde se da prioridad a las fiestas, antes que al trabajo o a la investigación científica y filosófica, por la propia idiosincrasia popular española.

FRAN AUDIJE
Fotografías Facebook
Madrid, España, 24 de octubre del 2024

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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