El varón es, por naturaleza, un ser muy proclive a lo sexual. He escuchado a chicas decir que los varones pensamos con nuestros genitales. No puede ser más cierto. Desde la adolescencia, nosotros, los varones, tenemos tendencia a calcular todo lo que hacemos, en clave de sexo. En Occidente, todavía estamos habituados a controlar y reprimir de alguna manera, nuestros impulsos libidinosos, y nos dejamos moderar por las mujeres, más contenidas y menos necesitadas en este aspecto, las cuales, además, cuentan con derechos que les permiten hacerse respetar; pero, en otras partes del mundo, como las dominadas por el Islam, donde la mujer está muy limitada legalmente, y la religión, que marca de una manera mucho más intensa la vida en esas sociedades, permite a los varones casarse con varias mujeres, e, incluso, habla de un paraíso después de la muerte, donde el gozo eterno consiste en un harén de 100 mujeres por varón, resulta que la mujer, casi por decreto, se ha convertido en un verdadero juguete sexual para los varones.
En Occidente, la mentalidad cristiana que ha predominado durante tantas decenas de siglos, nos ha conducido a tomar el sexo como algo prohíbido para el placer, y solo lícito para la procreación. Sin embargo, la naturaleza masculina no puede evitar su desbordamiento, pese a la contención moral, y junto al puritarismo cristiano, han convivido las concubinas y las prostitutas, para satisfacer las acuciantes y fantásticas necesidades sexuales de muchos varones cristianos de todos los tiempos, a pesar de que, otros muchos varones cristianos, abrazaran la castidad y la fidelidad a sus convicciones.
Existe, pues, la permanente tentación masculina de no valorar a la mujer en su justa medida, y de utilizarla como mero instrumento de placer. Cuando los varones nos encontramos ante ellas, nos resulta muy difícil ir más allá del físico femenino. Tenemos tendencia a juzgar y a valorar a las mujeres por el tamaño de sus pechos y por la forma sensual de su trasero. Pero hacer eso es como no desenvolver un regalo muy precioso, quedarnos con el envoltorio y desechar el contenido. Esto, precisamente, es lo que nos puede humanizar y hacer crecer como personas y como hombres: no quedarnos en lo externo, sino ir al interior, para descubrir las grandes virtudes femeninas: la responsabilidad, el celo por el trabajo, la gran capacidad para amar, la fidelidad, la sensibilidad hacia todo lo humano y espiritual, un sentido extra para percibir la realidad… Todo esto, convierte a la mujer interiormente, en un ser tan bello o más que lo puede ser su cuerpo, y es lo que le da su verdadero valor. La belleza corporal de la mujer, es un gancho que le ha dado la naturaleza para seducir al varón, pero lo que a la larga va a posibilitar el equilibrio conyugal y en la pareja, es que se sepa valorar lo que la mujer puede realmente ofrecer, para la marcha de la casa y de la familia, y también del trabajo fuera de casa. Está comprobado estadísticamente, que la mujer rinde más en los estudios y en el mercado laboral, que el varón, y, después, sigue teniendo capacidad para atender a la familia.
Actualmente, cada vez queda más claro, que se está intentando explotar el lado meramente físico de la mujer, porque se pretende deshumanizar al hombre, hacer un mundo dominado por el materialismo y la superficialidad, donde el sexo tenga el lugar predominante en las relaciones humanas, y estas no gocen de una permanencia y de un equilibrio familiares, que duren lo que puede durar el acto sexual, un rato, unos instantes, una noche… Y después se cambie de pareja, y así sucesivamente. Es decir, que no venza el amor, sino la promiscuidad. Que las relaciones humanas se conviertan en un juego, y no en un proyecto serio de futuro. Estos planes que se han diseñado en las altas esferas del poder, solo pueden haberlos ideado varones, porque son típicos de la mentalidad masculina, que encuentra serias dificultades para pensar con el corazón y con la cabeza, y prefiere dejarse llevar por su fuerte instinto sexual.
Es cierto que hay mujeres que colaboran con el varón, y se hacen cómplices de sus deseos, pero no es algo general. Hoy día, la mujer, en el poder, suele ser más un escudero del poderoso, que la señora que ostenta el poder. Yo creo que la situación cambiaría bastante de ser al contrario.
Pediría a las mujeres, que no se dejen arrastrar por esta fiebre de lo meramente sexual, que las instrumentaliza y convierte en un divertimento para los varones. Vosotras sabéis darle al sexo el sentido sano y correcto, que puede servir para alcanzar la felicidad en la vida, y no solo unos momentos de placer. No os dejéis llevar por la moda de la irresponsabilidad, y de hacer las cosas sin pensar y sin tener en cuenta a los demás. Haced prevalecer vuestra personalidad femenina, y no os dejéis engañar por los cantos de sirena del placer fácil y sin sentido. Esto es lo que va a destruir al hombre, y lo que le ha destruido siempre, pero la feminidad, que se deriva de las virtudes de madre, nos puede salvar.
FRAN AUDIJE
Madrid, España 14 de noviembre del 2024
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