Recuerdo algunos de los más grandes tenistas de todos los tiempos, como Jimmy Connors, John McEnroe, Bjorn Borg, Ivan Lendl, Boris Becker, Guillermo Vilas, Pete Sampras, André Agassi, Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic… todos ellos poseían una gran técnica como jugadores, pero, además, eran unas fieras que no daban una sola bola por perdida. Ganaban los partidos, a base de superioridad técnica y táctica, y sudando sus triunfos, cuando, en múltiples ocasiones, el resultado era igualado, imponiéndose el derroche físico.
La política podría guardar cierto paralelismo con los partidos de tenis, si nos referimos a los líderes políticos que llegan a conseguir triunfos importantes, a la cabeza de la Oposición, o en la presidencia de un Gobierno, con la diferencia fundamental de que el partido que libra el líder, no es por un triunfo personal, sino por el triunfo de la sociedad al completo.
La política, entre otras cosas, es el arte de servir a la ciudadanía, representando, no solo a los votantes que, con su apoyo, consiguen que proyectos políticos determinados, alcancen una culminación en el poder, la cual les permita materializar dicho proyecto, trabajando por el mismo, porque al ser los proyectos políticos algo global, que nos va a afectar a todos, el político o los políticos que ostentan el poder, nos están representando al conjunto de los ciudadanos. Por tanto, deberían pensar en la generalidad de las personas que van a gobernar, para incluirlos en sus políticas, que son decisiones sin desperdicio, ya que pueden condicionar la vida de las personas hasta límites insospechados.
La responsabilidad de los políticos, por tanto, no es cualquier cosa, y va más allá de un triunfo personal, o del triunfo del partido.
Haciendo, pues, un paralelismo con el tenis, podríamos llegar a decir que, la política, es un partido que libramos todos los ciudadanos, en la persona del líder. Es decir, que cuando el líder golpea con la raqueta, ganando puntos, somos el conjunto de la sociedad los que golpeamos con él, y somos los ciudadanos, en la simbiosis de un solo jugador, los que corremos hacia un ángulo de la pista, y hacia el otro, tratando de llegar a la bola, para propinarle un golpe ganador.
No dar una bola por perdida, es el sacrificio abnegado ciudadano, por el cual cada uno de nosotros, cumplimos responsablemente con nuestros deberes y obligaciones, en el trabajo, y en el trato hacia los demás ciudadanos, a los que debemos respetar en sus derechos, como cada uno desea que le respeten en sus propios derechos, y desea que le dejen cumplir con sus obligaciones.
Unas elecciones generales, nos las gana nadie, por más que lo parezca, hasta que la ciudadanía al completo se acopla en un solo brazo, y en un solo cuerpo atlético, capaz de vencer al partido de la adversidad, y de la realidad de los problemas cotidianos que nos presenta la vida, a nivel de nación.
La política y la ciudadanía, no son dos realidades disociadas, sino que deben acoplarse la una en la otra, para que sea posible vencer el partido, sin que nadie se quede atrás, o se vea obligado a abandonar el partido, por razones de rechazo social o político. La marginación en una sociedad, es algo muy feo, y un indicativo de bajo rendimiento, que podría dejarnos eliminados del campeonato, sobre todo si el rival al que nos enfrentamos, posee la suficiente entidad, como para aprovechar esa ventaja que le estamos dando.
Como el agua encuentra la más imperceptible rendija para filtrarse, los contrincantes, que son las dificultades cotidianas a las que se enfrentan la política y la sociedad, unidas en una sola fuerza de acción, no deberían permitirse el error de dejar a nadie en la estacada, porque ello siempre representa una debilidad, a través de la cual seremos vencidos y derrotados.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 1 de diciembre del 2024
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