La palabra «Libertad», es uno de los términos más utilizados por los políticos de todo el mundo, y uno de los términos más prostituidos y saqueados, en el significado que realmente encierra.
La libertad, realmente, es la capacidad que tiene una persona o un grupo de personas, para decidir, con los menores condicionamientos posibles, lo que desean hacer en los diferentes aspectos de su vida, con relación a ellos mismos, y a las personas con las que están relacionadas.
Cada ciudadano, según sus circunstancias, posee un espectro determinado de facetas, que definen su vida, tanto en el aspecto personal o privado, como en el aspecto social o público. Todo este espectro de facetas, que suele ser amplio, se encuentra regulado por normas o códigos de conducta: la ética y la moral, en lo personal; y la ley, en lo social. Todos estos códigos de conducta, lo que hacen es limitar la libertad de los individuos y de los ciudadanos, es decir, que condicionan el comportamiento de las personas, en sus diferentes aspectos vitales.
Esta realidad de que la libertad o el albedrío de los ciudadanos, esté siempre limitado, puede ser odioso, pero es absolutamente necesario, para poder vivir y convivir en la sociedad. Y, los seres humanos, necesitamos irremediablemente, unos de otros, necesitamos vivir en sociedad, y la sociedad, para poder constituirse y sobrevivir, necesita establecer normas de comportamiento, pues, de lo contrario, surgiría el caos y la guerra, lo cual supondría el aniquilamiento de la sociedad, y de los individuos que la integran.
Pero, no es solamente la ausencia de los códigos de conducta, lo que hace inviable la sociedad. También se destruyen las sociedades, que condicionan y limitan a los ciudadanos, en tal medida, que no los dejan ser libres. Cuando ocurre esto, estamos hablando de Ordenamientos jurídicos injustos, pues, sin regular adecuadamente la vida social, en relación a la naturaleza humana, y en relación a la idiosincrasia de los pueblos, lo que están provocando es la opresión y la tiranía en la sociedad, por parte del Ordenamiento, y del Régimen político que establece tal Ordenamiento, que limita en exceso o inadecuadamente, la convivencia social o libertad de los ciudadanos, tanto en los aspectos sociales, como en los personales.
Un Ordenamiento jurídico justo, o que hace viable el nivel de libertad esperado, por la generalidad de los ciudadanos, es aquel que obedece satisfactoriamente a un conjunto de parámetros: que permite un desahogo económico, en todas las clases sociales; que ofrece una serie de servicios fundamentales, bien gestionados y de fácil acceso: sanidad, educación, subsidios, servicios sociales, comunicaciones, vivienda, cultura…; que establece un diálogo fluido y constante, con los ciudadanos y sus diferentes organizaciones, de manera que es receptivo y sensible, a las necesidades sociales de todos.
El arte de gobernar no es sencillo, por lo que estamos viendo. El ser humano es diverso en criterios y en necesidades, y, por supuesto, en su forma de concebir la libertad, de creer hasta dónde deben llegar las restricciones y los cauces, tan necesarios, de la libertad. Contentar a todos es misión imposible, o extremadamente difícil, pero hay un factor muy importante para lograr un alto nivel de satisfacción social: la buena fe, honestidad y honradez, de la clase política que dirige las naciones, y regula las libertades sociales. Cualquier país que esté sobredominado por la corrupción, no puede mantener una Seguridad Jurídica, que garantice la libertad y la justicia social, y, consecuentemente, corre un serio riesgo de entrar en conflicto, y desaparecer.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 10 de diciembre del 2024
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